El 26 de marzo Priego perdió un hijo ilustre y extraordinario. Falleció mi buenísimo amigo, profesor, mentor, Francisco Alcalá Ortiz, natural de Priego, y hermano mayor de los Alcalá Ortiz. Francisco deja además de su familia prieguense, su hija Lisa y su familia norteamericana de ella.
Paco, como fue conocido por sus colegas y amigos norteamericanos, había sido profesor de sociología y español de Worcester State College en Worcester, Massachusetts por unos veinte años.
Francisco realizó dos licenciaturas — en Sociología y Psicología en España y Francia—, y después su doctorado en la Literatura Española de la universidad de Nueva York.
Le conocí a mediados de los 70’s, cuando yo estudiaba el idioma para obtener mi licenciatura de Worcester State. Allá él fundó dos programas extraordinarios que beneficiaban a la universidad y a la comunidad: Spanish Summer Institute (Instituto Español de Verano), y la Sociedad Cultural Hispana.
Aquel era un curso de 40 horas, una semana entera, en el cual los estudiantes tenían la oportunidad de hacer la inmersión total en el idioma. El programa incluía clases de conversación avanzada, festival de filmes hispanos, clases de instrucción de bailes hispanos, música, y finalmente una fiesta de comida auténtica. Era único en Massachusetts.
La Sociedad Cultural Hispana era una organización no solamente para socializar sino para aprender más de la cultura hispana, y la interacción entre los hispanos de varias nacionalidades. Como me decía Francisco muchas veces, la Sociedad era un laboratorio vivo para observar a los hispanos e interactuar con ellos.
Nuestras actividades incluían bailes, tertulias, un club de libros, comidas, y demostraciones del arte flamenco. Un socio nos demostró como hacía y tocaba las castañuelas. Francisco, su mujer, y más o menos cinco de la junta directiva pasábamos muchas horas preparando las actividades.
Francisco era muy humilde y sin pretensiones. Nunca solicitaba las alabanzas, ni a él le gustaban. Era muy amable y muy caballero. Nunca quería reconocer sus propios éxitos, y fueron muchos.
Era erudito también. Yo diría que él era un genio verdadero. Desde su jubilación de la universidad, pasaba mucho tiempo estudiando en Internet el origen del universo, la neuropsicología y la ecología. Él estaba tan cómodo en la paz y tranquilidad de su jardín, entre sus plantas y árboles como en la sala de clase, o como anfitrión de una fiesta o baile.
Francisco podría haber sido un arquitecto de jardines, tales eran los diseños que creaban en su jardín, luchando constantemente contra los mosquitos, que él los llamaba “pequeños helicópteros dando batalla contra él”. Una vez se ofreció a ayudarme construir mi pequeño patio. También él sabía construir los muebles de jardín, y los hacía por sí mismo.
Francisco era muy encantador, siempre gozando de estar con los hispanos, observándoles desde la perspectiva de un sociólogo. Le interesaba todo — la filosofía, la literatura, la psicología, la sociología, las lingüísticas—, haciendo obra de mano en su casa. Francisco y yo hablábamos mucho de la filosofía y la teología. Era un verdadero hombre del Renacimiento. Vivía en el mundo de las ideas.
Me acuerdo de su sentido del humor, sutil, agudo como una navaja, seco como la tierra de Andalucía en el verano.
Pero, en un sentido más personal, Francisco, como mi mentor, me influía tanto, dándome ánimos para dedicarme a la vocación de escritora. Después yo tuve publicada la primera vez, una historia en el periódico “Boston Herald.” Más tarde llegué a ser correspondiente de dos periódicos locales por tiempo parcial, mientras enseñaba un horario completo en una escuela secundaria.
Quizá lo más importante es que conseguí un puesto enseñando español en la Universidad de Worcester State hace dos años. Mi primera reacción fue que le debo todo eso a la influencia de Francisco en mi vida.
Por cierto, si no le hubiera conocido, mi vida habría sido muy diferente. No habría estudiado en Valencia, ni habría tenido el conocimiento de mis buenos amigos, Enrique Alcalá Ortiz y su mujer Ángeles Molina Cobo. Ni habría conocido Priego mismo, una ciudad hermosísima, consciente de su herencia y tradiciones, llena de historia, y a la vez moderna y dinámica”.