Acaba de concluir la primera campaña de excavaciones en el Cerro de la Merced, con importantes resultados que modifican lo hasta ahora conocido sobre este yacimiento, y que contribuyen a la discusión científica en torno a la clasificación cultural y función de estas estructuras, a menudo mal llamadas “torres”, según ha dado a conocer mediante un comunicado el delegado de Cultura y Patrimonio, Javier Ariza (PA).
Aunque se conocía la existencia de restos de época ibérica, los trabajos han demostrado la monumentalidad de los edificios y su buena conservación, y han permitido afinar su cronología. El núcleo principal es un recinto cuadrangular de más de 18 metros de lado, excelentemente conservado en tres de sus lados, formado por un muro de bloques ciclópeos de hasta más de un metro de longitud, colocados en hiladas hasta alcanzar una altura, conservada en varios tramos, de dos metros y medio. Este muro tiene un grosor, excepcional, de más de dos metros, y sobre él se alzaba otro paramento de sillares de menor tamaño, alcanzando probablemente los cinco metros de altura. El interior estaba compartimentado con muros de adobe y tapial.
Con posterioridad se añadió un recinto exterior en todo su perímetro, cuadruplicando la superficie del yacimiento.
El conjunto no es, como se había especulado, romano, sino que todos los materiales hallados son ibéricos, con una fecha en torno a la segunda mitad del s. II a.C. o principios del s.I a.C. En esta época, inmediatamente posterior a las campañas de Viriato, Roma controlaba la cuenca del Betis o Guadalquivir, pero probablemente su dominio de las serranías subbéticas era nominal, encargado a líderes ibéricos fieles.
Muy significativo es el descubrimiento de fíbulas (o imperdibles) de bronce, y sobre todo de restos de actividad productiva textil (pesas de telar, fusayolas) y de producción de alimentos (molinos de grano). Todo ello indica que el Cerro de la Merced no fue sólo una mera atalaya o torre militar, sino un elemento importante en el control de las rutas interiores de la provincia, y un centro de actividad económica, a la par que, sin duda, jugó un importante papel militar.
Las excavaciones han demostrado, además, y a través del hallazgo bajo los cimientos del recinto ibérico de un cuchillo de bronce y de algunos fragmentos de cerámica a mano, la existencia de una fase prehistórica en la Edad del Bronce, muy anterior al recinto ibérico.
Por si todo ello fuera poco, los trabajos efectuados indican que, mil años después de su abandono, la cima del Cerro de la Merced fue reocupada en época islámica, probablemente emiral, en torno al siglo IX d.C. Toda esta prolongada ocupación del Cerro de la Merced en al menos tres etapas era hasta ahora por completo desconocida.
Otro de los objetivos primordiales de estos primeros trabajos era evaluar su estado de conservación y monumentalidad. Los resultados son concluyentes, a juicio del experimentado equipo de arqueólogos que ha desarrollado las excavaciones. El estudio científico del recinto del Cerro de la Merced debe continuar para evitar su expolio, para resolver las múltiples nuevas incógnitas que todavía plantea (como las posibles puertas localizadas este año) y sobre todo, y dado que el terreno es propiedad municipal, para acometer su acondicionamiento y puesta en valor que permita el acceso de los egabrenses a su patrimonio de hace más de dos mil años y su explotación turística, prometedora dada la favorable y accesible ubicación del Cerro de la Merced.
Los trabajos han sido realizados por un importante equipo dirigido por el profesor Fernando Quesada Sanz, compuesto por arqueólogos, restauradores y estudiantes de la Universidad Autónoma de Madrid y de las Universidades de Córdoba, Granada y la UNED.
El proyecto, aprobado por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, es fruto de un convenio de colaboración entre la Universidad Autónoma de Madrid y el Ayuntamiento de Cabra, que ha financiado las excavaciones.
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