María Stma. de la Cabeza el pasado sábado en la plaza de la Constitución. (Foto: A. J. Sobrados) (Foto: Cedida)

La Real y Venerable Hermandad de María Santísima de la Cabeza y Ntro. Padre Jesús Resucitado ha celebrado con un denso programa de actos la trigésimo quinta edición de la romería en honor a su imagen titular mariana, en la que la alta participación ha sido el denominador común.

Tras el pregón pronunciado el viernes por Juan Antonio Siles de la Torre, uno de los momentos más esperados por los cientos de romeros que año tras año acompañan a la Virgen de la Cabeza en su subida a Sierra Cristina, fue la salida de la pequeña y bella imagen de su templo, desde donde, a hombros de sus costaleras, se dirigió hasta las inmediaciones del cuartel de la Guardia Civil, lugar en el que fue trasladada a su carreta de bueyes, en la que realizó el resto del trayecto. Previamente, al paso por el Ayuntamiento, en cuya plaza se había realizado una artística alfombra, la Corporación hizo entrega a la Virgen de un ramo de flores en reconocimiento a los estrechos vínculos que la Hermandad ha mantenido históricamente con el Consistorio.
Pese al calor de la tarde del sábado, la comitiva que acompañó a la Virgen hasta su ermita en la sierra fue muy amplia, contando con la presencia de varios cientos de romeros, una decena de carretas y un nutrido grupo de caballistas.
Tras una intensa noche en Sierra Cristina, ayer domingo las actividades daban comienzo con la ofrenda floral que los caballistas hicieron a la Virgen, a la que siguió a mediodía la misa rociera, en la que se impusieron a los nuevos hermanos y devotos las medallas de la hermandad.  Posteriormente y en la explanada de la Sierra, se celebraba una carrera de cintas a caballos, a la que siguió en las inmediaciones de la ermita la entrega de premios del cuarto certamen de poesía “A la virgen romera”, recitando los ganadores sus trabajos ante la Virgen.
Tras el almuerzo y unas horas de descanso para sestear y reponer fuerzas, la comitiva iniciaba a las siete de la tarde el regreso a Priego, entrando en la localidad cuando los últimos rayos de sol se ocultaban por el horizonte.