OCIO/ESPECTÁCULOS | Toros
Almedinilla inaugura taurinamente su Coliseo con un entretenido festejo
Salida a hombros de la terna y el mayoral, con el único lunar de que los tendidos no se llenaron
Viernes 2 de mayo de 2014 - 18:06
Muy esperada era la tarde de ayer por la afición de la coqueta localidad de Almedinilla. No en vano, durante los últimos años el trabajo para volver a contar con un recinto que acogiera festejos taurinos había sido intenso tanto por el Consistorio como por los numerosos aficionados locales, creándose incluso a finales del pasado año una comisión que, a la postre, ha sido la encargada de organizar la corrida de toros con la que, taurinamente, se inauguraba el Coliseo de Almedinilla.
Tras superar no pocos obstáculos, pero siempre con la ilusión como uno de los pilares básicos para ver cumplido este objetivo, cuando los clarines y timbales anunciaron unos minutos después de las seis de la tarde el inicio del paseíllo, fueron muchos lo que empezaron a respirar tranquilos, después de unos días de tensión y no pocos nervios, olvidándose cuando saltó al ruedo el primer toro de la tarde, la pequeña decepción que supuso no ver llenos, como así se esperaba por casi todo el mundo, los graderíos del flamante recinto.
Para los amantes de la estadística quedará que Hortelano , ejemplar de Luis Algarra Polera, al igual que el resto del encierro, herrado con el número 44 y con el guarismo 0 en la paletilla, fue el primer toro que atravesó la puerta de toriles, "estrenando" el piso de plaza, por cierto, magníficamente acondicionado como coincidieron en señalar varios de los profesionales que actuaron. Y por orden de antigüedad, fue precisamente el primer matador con el que se contó para esta inauguración, el veterano Francisco Ruiz Miguel, el encargado de realizar la primera lidia en este Coliseo, cuyos espectadores, lejos de presenciar las batallas que el de San Fernando protagonizó en su etapa de apogeo, tuvieron la ocasión de degustar algunos fogonazos de ese particular concepto del torero que atesora Ruiz Miguel, en una faena de alivio, ante un toro, este Hortelano , grandón, feo de hechuras y escaso de nobleza.
Otra cosa fue la faena al cuarto de la tarde, al que el isleño recibió con un airoso saludo capotero rematado con una revolera, para luego con la muleta ofrecer varias tandas de mano poderosa por el pitón derecho, rematadas con larguísimos pases de pecho. Se crecía por momentos Ruiz Miguel, que pese a sus 65 años no se dejó ganar la batalla en ningún momento y exigió aún más a su oponente, lo que hizo que su actuación bajara un punto, recurriendo a renglón seguido a unos circulares y un desplante como preámbulo a una estocada y un certero golpe de verduguillo que pusieron dos orejas en sus manos.
Y de un dominador en la década de los setenta, que tuvo y que como se comprobó ayer en Almedinilla, retuvo, a uno de los aspirantes durante las últimas temporadas a ese ansiado cetro, el vizcaíno Iván Fandiño, en la que era, la de ayer, su primera actuación de la temporada en Andalucía. Torero, el de Orduña, de estilo y maneras que rezuman elegancia, tanto con el capote --a destacar el saludo por delantales rematado con media verónica al que cerraba plaza--, como con la muleta, donde la quietud y la verticalidad adquieren otra dimensión. Dos faenas de similar planteamiento, aunque notablemente superior la que realizó a su segundo, un noble ejemplar de Algarra que no cesaba de embestir y al que dio la sensación de que Fandiño le podría haber sacado un poquito más, pese a que el diapasón de su actuación ya marcaba un ritmo alto, con pasajes muy destacables cuando toreó al natural.
En su primero, faena corta pero intensa, cinco tandas --cuatro de ellas por el pitón derecho preñadas de temple--, que completó con unos ajustadísimos estatuarios, y que fueron más que suficientes para dar testimonio de la dimensión de este torero, llamado una temporada más a conquistar cotas importantes.
Completaba el cartel de este festejo inaugural Manuel Díaz El Cordobés , que no tuvo mucha suerte en el sorteo matinal, ya que a sus manos fueron a parar los dos garbanzos negros del encierro, dos toros como se diría en el argot, a contra estilo, con los que Díaz hizo lo que pudo, que no es poco. Más efectista en su primero en una faena de menos a más en la que pecó en exceso del pico de la muleta, en el quinto de la tarde, algo más manejable, lo intentó por la derecha, alcanzando pasajes ciertamente estimables, pero el toro pronto se vino abajo y el rubio diestro recurrió a molinetes y ranazos para caldear a unos tendidos que pidieron a la Presidencia, insistentemente, las dos orejas, con las que acompañó a sus compañeros de terna y al mayoral en la triunfal salida a hombros con la que finalizaba esta entretenida inauguración.