Antonia Roldán Arroyo se reafirma que la pequeña nació con vida y que nunca vio el cadáver ni se le dio explicación alguna.
José Moreno
Jueves 13 de enero de 2011 - 19:38

A punto de cumplirse en unos meses 36 años del nacimiento de su hija María José, Antonia Roldán Arroyo, una mujer egabrense que tiene en la actualidad 66 años de edad, sigue con la duda de si aquella  sigue viva o murió a las pocas horas de nacer un 12 de mayo de 1975 a las 11,45 horas en una cama del hospital Reina Sofía, que había abierto sus puertas el 1 de mayo.

Se encontraba en el octavo mes de gestación e ingresó en el hospital cordobés 37 horas antes, donde sola en una habitación dio luz a la menor sin asistencia médica alguna, siendo atendida por los facultativos gracias al aviso que dio una paciente que pasaba por el pasillo.
Esta egabrense, que afirma con rotundidad que la pequeña nació viva y a quién dio tiempo de dar el nombre de María José a petición de los propios sanitarios, vio como trasladaban a la niña a la incubadora, recibiendo poco después la visita de un  un sacerdote que le anunció que la pequeña había fallecido.
Esta triste noticia la conocieron su madre y su esposo Emilio López Gómez al llegar a la habitación, pensando todavía que no había tenido lugar el parto. Su esposo, que trató de pedir explicaciones al inspector, no tuvo ocasión de ello ya que personal del complejo hospitalario se lo impidió al igual que ver el cadáver.
Un asunto y un episodio del que nunca tuvo explicación alguna, ni obteniendo siquiera un certificado de defunción que confirmase el fallecimiento de María José y que ahora trata de que se aclare, tras conocer ahora cómo afloran muchos casos de pequeños que fueron robados en distintas clínicas de toda la geografía española y que le provoca que siga con esa duda, si su hija realmente vive con otra familia, algo que señalaba le llegó hace tiempo a apuntar una vidente, a la que acudió para otro asunto y que le confirmó sin hacerle pregunta alguna sobre la menor.
Antonia Roldán, señala que un tiempo después sí recibió de su compañía de decesos una nota informándole que la pequeña se encontraba enterrada en el cementerio "San Rafael" de Córdoba, a donde dirigió sus pasos unos años después, encontrándose tan sólo un montoncito de tierra que tenía el número 137 en la calle San Pablo,
Esta egabrense, acompañada por su esposo que padece alzheimer desde hace 3 años y desde hace 30 años enfermo por una angina de pecho, es madre de dos hijos y lo fue también de otros dos más que perdió en sus respectivos partos, sigue empeñada en conocer la verdad a la que no ha podido hacer frente por la escasez de recursos económicos que dispone y que le han impedido acudir a los tribunales para conocer qué es lo qué pasó.

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