Araceli Cantero Rivas
Martes 15 de marzo de 2011 - 10:37
generica

Mi querida amiga, bueno perdona si te llamo amiga; es que yo siempre lo fui de ti, tu de mi… ¿también? , bueno…
Utilizo la letra de una canción: “Por si hay una pregunta en el aire” (que la habrá), y explico:

¿Por qué tengo depresión?
¿Por qué estoy de baja?
¿Por qué he dejado mi casa?
¿Por qué y por qué…?
Pues mira, porque resulta que 30 años al lado de un hombre, bueno por supuesto, pero haciéndome sentir un parásito, pues queman mucho.
Cuando he trabajado no he podido disponer y cuando no he trabajado le pedía con miedo. Harta de escuchar la frase: “Yo hecho un negro trabajando para que “los demás” vivan a mi costa…”
Harta de no sentirme amada, ni valorada, ni respetada…
Harta de escuchar reproches porque gasto, claro, ¡es que tengo muchos caprichos!, me gusta la fotografía, los libros, las plantas…Ya ves, me gusta escribir. Pero claro, nada de eso me reportan beneficios económicos, entonces ¡vaya perdida de tiempo y de dinero!  Mis hobies son para él un absurdo, mas bien un motivo más para su constante mal humor.
Así pues, un día (reciente) decidí coger mi baúl cargado de amargura y marcharme de una casa, mi casa, que fue mi sueño; la casa de la que me enamoré, en la cual invertí lo que gané, lo que heredé, mi trabajo, mi ilusión…todo.
La casa donde crié a mis hijas y donde fotografié a mi primera nieta.
Dejé atrás mi pequeño y personal jardín botánico, con todo mi dolor. Mi gran casa decorada  por mí sencilla y humildemente, pero preciosa para mí.
Me llevé conmigo mi pequeño gran patrimonio: mis libros, mis cámaras fotográficas y mi archivo fotográfico.
Me he instalado en un bonito y pequeño piso que voy pagando con miles apuros. Tengo que salir adelante, lo sé. Soy una mujer de 51 años a la que la vida no le ha sido muy amable. Una infancia, adolescencia y juventud nada feliz. Soñaba con que el matrimonio viniera a compensar tantas carencias porque, además, él me lo prometía ¡qué ilusa!
No lo entiendo, ¡un hombre tan bueno para todo el mundo! ¡Si congenia con todos! menos conmigo, mira qué casualidad!
Debo ser yo la que llevo el paso cambiao, seré yo la rara, la gastosa… ¡claro, eso va a ser! Eso ha sido.
Es que yo me dediqué a criar a mis hijas, a estar pendiente de sus estudios, sus amistades, sus horarios…Les animé a que fueran a la universidad porque querían y valían para ello.
Ni más ni menos que como cualquier madre, durante la semana me empleaba en la cocina para prepararles la comida que necesitaban hasta que volvieran.
Pero claro, eso no es trabajo ni aporta dinero a la casa, ¡qué lástima de mente!
Si he pintado habitaciones y patios, eso es lo normal, era mi obligación; no era ahorrar dinero en pintores, ¡qué va!
Y ya un día sientes que no puedes más y dices, hasta aquí; consciente de que no es fácil, de que ya no tengo treinta años, de que gozo de una estupenda mala salud, pues he
pasado dos veces por el quirófano a consecuencia de un cáncer y de una histerectomía que han dejado en mi cuerpo alguna que otra consecuencia negativa.
A pesar de todo he tenido mucha suerte porque Dios me dio una segunda oportunidad, que procuro merecer. Por todo ello y por mucho más doy gracias a la vida cada día cuando me levanto. De verdad que lo hago. Pero mira, estoy triste.
Quizás estoy enojando a Dios, pues tengo dos hijas maravillosas, las mejores del mundo, una nieta que es un tesoro y otra que vendrá pronto para alegrarme la vida.
Pero estoy triste, muy triste.
Se que piensas “amiga”, que cada uno debe conformarse con lo que le toca y que después de los 50 mejor seguir aguantando que embarcarse en la aventura de cambiar tu vida para vivir y dejar, por fin, de sobrevivir.
Eso es lo que quiero, vivir, nada más. Vivir sin preocuparme de qué será esta vez lo que le enojará. Vivir sin encogerme al oír las llaves en la puerta. Vivir sin sentirme humillada, menospreciada y, además, culpable. Y yo me pregunto ¿culpable de qué, Dios?
Amiga, hoy estoy hundida pero espero algún día lograr mi gran deseo, que no es otro que vivir sin miedo, sin opresión…vivir en paz.

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