Rubén Gozalo Ledesma
Martes 15 de noviembre de 2011 - 17:30
generica

Muchos poetas, escritores e intelectuales acudían a degustar las nuevas texturas y sabores del restaurante La Casa de Bernarda Alba.

Su innovadora carta llamó la atención de los críticos gastronómicos, quienes iban en masa. Los comensales solían pedir la sopa de sinestesias y metáforas, un sugerente majar que servía para estimular la creatividad y vencer la falta de ideas ante el folio en blanco. A ese plato, se sumaron otros no menos apetecibles como el consomé de estrellas y viento, el delicioso moreno de verde luna con boletus, el romancero gitano a la vasca, el suflé poeta en Nueva York o el milhojas verde que te quiero verde. Los postres también causaron estragos. El camborio de dura crin con nata y fresas o el corazón caliente de chocolate hicieron las delicias de los comensales. En poco tiempo, el restaurante se convirtió en un referente de la gastronomía que relegó al olvido a Arguiñano y Ferrán Adrià. Aunque, en ocasiones, era muy difícil contentar a todos:
—¡Pues yo creo que voy a pedir un polvo enamorado! —dijo un cliente al maître.
—Lo siento caballero, pero ese plato es del Restaurante Quevedo, el que está al otro lado de la calle.

Otras Noticias

Rubén Gozalo Ledesma  |  Martes 8 noviembre de 2011

Manuel Guerrero Cabrera  |  Miércoles 2 noviembre de 2011

Enrique Alcalá Ortiz  |  Viernes 13 mayo de 2011

Andrés Cabello Galisteo   |  Domingo 17 abril de 2011

Ildefonso   |  Miércoles 16 marzo de 2011

Enrique Alcalá Ortiz  |  Martes 28 septiembre de 2010

Ildefonso Pérez Campaña  |  Martes 28 septiembre de 2010

Enrique Alcalá Ortiz  |  Lunes 27 septiembre de 2010

Andrés Cabello Galisteo  |  Viernes 30 abril de 2010

Enrique Alcalá Ortiz  |  Martes 13 abril de 2010

Esta web utiliza cookies para obtener datos estadísticos de la navegación de sus usuarios. Si continúas navegando consideramos que aceptas su uso. Más información