Enrique Alcalá Ortiz
Martes 6 de marzo de 2012 - 20:57
generica

Vivimos en una península, pero los prieguenses somos una isla. Frase apropiada si la aplicamos al estado actual de nuestras comunicaciones viarias y líneas de autobuses públicos, y si hacemos un somero análisis comparativo de nuestro cuadro de servicios actual con el panorama nacional.

El recientemente aprobado Plan de Ordenación del Territorio va dejar en Priego, si es que se realiza dentro de unas décadas, el arreglo del paso de las Angosturas. Por ahora las autovías se nos quedan en Cabra y Martos, y la programada del Olivar, cuando se lleve a efecto estará casi a la misma distancia. Así que nuestro panorama de comunicaciones viarias no es nada halagüeño a estas alturas del siglo XXI. Estas últimas décadas hemos visto pasar de largo los proyectos que siempre se asentaban a muchos kilómetros de nuestro pueblo.
Si esto ya se considera un gran impedimento para nuestro desarrollo industrial y económico, se une el estado actual de nuestras líneas públicas de autobuses que nos unen con las capitales de provincia. Estamos eficiente enlazados con Córdoba y Granada, pero Jaén, Sevilla y Málaga se nos quedan muy lejos si queremos ir en autobús. Para estas capitales, que nos cogen relativamente cerca, no tenemos enlaces directos. Hay que hacer varios trasbordos en Lucena o en Córdoba si deseamos movernos a través de la oferta pública. Es decir, es una verdadera hazaña, viajar en autobús de Priego a Sevilla o a Málaga. Estamos en las antípodas de la modernidad. Viviendo en una isla, sin los enlaces más fundamentales. Lo chocante es que las plataformas que reivindican mejoras viarias, nunca he oído que citen las mejoras en las líneas públicas de autobuses ni la necesidad de enlazar directamente a Priego con Sevilla, Málaga y Jaén.
Esta situación actual nos viene ya de siglos. El poeta y dramaturgo prieguense Carlos Valverde López en su libro Carmen nos describe con gracia y socarronería los viajes a mediados del siglo XIX:

Para ir a Granada, donde un día
la carrera estudiaba de abogado,
dos jornadas larguísimas tenía
que hacer en burro (con perdón) montado;
la noche intermediaria se dormía
(otra vez con perdón) acurrucado
sobre una enjalma, por lo cual, discurro
que se viajaba entre estudiante y burro.

A principios del siglo XX, el prieguense había experimentado un leve progreso, ganando velocidad y comodidad en los enlaces con los pueblos y capitales que nos rodean. Si bien, hagamos un pequeño esfuerzo, para no espantarnos, ya que la estación más cercana era la de Cabra, a 30 kilómetros. Hoy se hacen éstos en poco más de 15 minutos, pero en los dos coches-correos diarios, el trayecto se cubría en un tiempo de tres horas, pagando 5 pesetas por asiento y dos reales por arroba de peso, eso de las maletas gratis, todavía no había aparecido. Si la velocidad de estos medios de transporte resultaba demasiado excesiva o mareante, el opositor a viajero no tenía por qué preocuparse. Estaban dispuestos cinco carros-cosarios, tirados por briosos semovientes rojizos, los cuales se iban alternando, para que siempre hubiese varios en el camino. Salían de Priego a las doce de la noche, para llegar a Cabra, a las ocho de la mañana. Por ser doble la tardanza, de las molestias no se habla, se cobra la mitad de precio, 2,50 por asiento y 15 céntimos por arroba de mercancía. La carretera, es un decir, acaracolada de Alcalá la Real ofrecía estas características todavía más acusadas, ya que el coche correo tardaba cuatro horas en llegar, y si ya en Alcalá la Real querías llegarte a Granada, el coche tardaba otras cuatro horas. Sumando, nos dan ocho horas, de Priego a Granada, viajando a una velocidad de espanto. Como no siempre se tienen ganas de viajar, toda la correspondencia del municipio se recibía por la estación de Cabra en una estafeta de correos y telégrafos. El teléfono no se instalaría hasta el año 1915.
Todavía en la primera mitad del siglo XX y buena parte de la segunda, las carreteras que nos unían a los distintos pueblos de la comarca eran serpentinas mareantes. La de Alcalá la Real o la de Cabra, a su estrechez unían un trazado de cabras por lo que era siempre una aventura “disfrutar” de sus curvas de noventas grados en adelante, sus cambios de rasante y sus empinadas cuestas. Ya en la década de los ochenta nos arreglaron la de Cabra, más tarde la de Alcalá la Real y nos abrieron  la variante que pasa por los Prados. Pero para que no perdamos la memoria histórica todavía nos quedan la que nos unen a Algarinejo, Lagunillas y al Puente de San Juan camino de Jaén. Habrán pensado que si nos las quitaban de pronto, podría darnos un infarto de gozo, se quedarían sin ciudadanos contribuyentes y sin papeletas de voto en los días de elecciones. O algo parecido.
Este esbozo histórico nos dice que hemos mejorado bastante, pero en comparación con el resto de España, nos hemos quedado absolutamente en la cola con las consecuencias de aislamiento y pocas perspectivas para el desarrollo del pueblo. No es que falten autovías, ¡ni siquiera tenemos autobuses de línea que nos unan a Jaén, Málaga o con Sevilla, la sede del gobierno autonómico!
Isleños por muchos siglos.

Otras Noticias

Enrique Alcalá Ortiz  |  Jueves 1 marzo de 2012

Enrique Alcalá Ortiz  |  Jueves 16 febrero de 2012

Enrique Alcalá Ortiz  |  Lunes 6 febrero de 2012

Enrique Alcalá Ortiz  |  Jueves 19 enero de 2012

Enrique Alcalá Ortiz  |  Martes 3 enero de 2012

Enrique Alcalá Ortiz  |  Sábado 24 diciembre de 2011

Enrique Alcalá Ortiz  |  Lunes 12 diciembre de 2011

Enrique Alcalá Ortiz  |  Miércoles 16 noviembre de 2011

Enrique Alcalá Ortiz  |  Sábado 12 noviembre de 2011

Enrique Alcalá Ortiz  |  Lunes 31 octubre de 2011

Esta web utiliza cookies para obtener datos estadísticos de la navegación de sus usuarios. Si continúas navegando consideramos que aceptas su uso. Más información