OPINIÓN | Por su nombre
¿Qué nos dirán el día después?
Jueves 16 de mayo de 2013 - 22:11
Las cosas llevan el cariz que llevan y bien poco podemos hacer quienes tratamos de impedirlo. Pocos y dispersos ante una sociedad que se organiza cuando les sube el importe de un recibo y que aparenta estar ajena ante algo tan serio como podemos ver en nuestro entorno.
Ayer le tocó a uno, hoy a otro y mañana; mañana será lo que Dios o el que el destino quiera, pero esta rueda no se va a detener. No dejo de darle vueltas al problema y de pensar, sólo pensar y pensar.
Pues sí, no dejo de pensar qué nos van a decir, si es que tienen la jeta de decirnos algo; el día después de que legalicen las drogas.
Cuando el genocidio de la legalización se haya iniciado será cuando los “progres”, los pseudo progres, los vendidos, los comprados, los farsantes y toda la caterva empezarán a frotarse las manos con el característico gesto codicioso del que ha conseguido su objetivo. Después intentaran vendernos que lo que hicieron era lo correcto, lo que se necesitaba para solucionar toda una serie de problemas endémicos en partes del mundo, como los EEUU y parte del continente americano. Convertirán la endemia en pandemia, sin posibilidad de retroceso. Proliferarán como setas las clínicas de lujo para que se desintoxiquen los hijos de los poderosos, por que los hijos de los demás solo podrán acceder por riguroso turno al redil donde les toque ser confinados. Y nos seguirán diciendo que hicieron lo mejor para la Humanidad. Los mismos que tienen la culpa de que la Humanidad esté patas arriba, esperarán que los aplaudamos. Ellos, a quienes pagábamos para que nos fueran haciendo un mundo mejor.
Esperaran que sumemos nuestros aplausos a los de la corte de farsantes e interesados que los jalean; esos pseudo progres que se venden por latillas sin valor y que, como perros dóciles, se contentan con que los poderosos – sus amos- los acaricien detrás de la oreja con sus sucios dedos manchados de codicia y que tantas penurias y miseria humanas han causado. Moverán dóciles sus colas y se tirarán al suelo a dormitar mientras los señores feudales -feudales, sí, porque son dueños de vidas y haciendas- entran en sus mansiones.
El discurso de estos sátrapas será corto. Por que aunque traten desde sus satrapías de convencer al lacerado mundo de que ellos obraron bien, ya, no los va a creer nadie.
Bajo los despojos de las innumerables víctimas que quedarán en el camino, empezará a crecer una raza nueva, que casi a modo de fauna cadavérica se sobrepondrá. Nadie había reparado en ellos pero ahí, poco a poco, se van reproduciendo. Eran muy pocos, pero suficientes para mañana decirles a voz en grito que los genocidios no pueden quedar impunes. Que ese mundo, que ellos decían que habían remediado, sigue pasando hambre. Que continúan con sus corruptelas, sus desequilibrios sociales, sus abusos y sus penurias.
Porque ellos, con sus soluciones, lo que han conseguido es llenar las calles de indigentes, los parques de zombis, las prisiones de reclusos. Los cementerios, no tienen ya sitio para albergar más podredumbre humana.
La familia, célula indispensable de un tejido social sano, hace tiempo que desapareció; su buen cuidado tuvieron en destruirla. Los frenopáticos no pueden admitir ya a más enfermos mentales.
Ahí tenéis vuestra gran obra, padres de la Humanidad.
Pero no escuchan, están ciegos de codicia y sólo piensan cómo van a superar las ciento setenta toneladas de cocaína que el pasado año vendieron a EEUU o las ciento veintitrés que consiguieron colocar en la vieja Europa.
Están ciegos y sordos de avaricia y ahítos de poder. Sólo piensan en producir más droga y dónde venderla; pero en su libre mercado, pronto no habrá ni quien compre. El drama continuará. Y ellos gordos, y enfisematosos, terminaran por ahogarse en sus propias deyecciones.
Murieron creyendo llevarse con ellos todo atisbo de futuro, pero se equivocaron; esa raza nueva que, bajo la podredumbre, sobrevivió, os va a pedir cuentas y serán ellos quienes os juzguen y proclamen malditos vuestros nombres a fin de que las generaciones venideras abominen de vuestra obra y de vuestra maldad sin escrúpulos.