El grupo de teatro prieguense puso en escena la comedia de Enrique Jardiel Poncela "Cuatro corazones con freno y marcha atrás"
Rafael Cobo Calmaestra
Viernes 16 de agosto de 2013 - 17:31

El grupo de teatro La Diabla fue el encargado de clausurar ayer jueves la sexagésimo sexta edición del Festival Internacional de Música, Teatro y Danza de Priego de una manera brillante.

No en vano, ha sido el espectáculo con mayor asistencia de público, 469 en total según la organización, e igualmente uno de los de mayor recaudación, pese a que el precio de las localidades era 5 euros menor que otros como la ópera La Bohème y la obra de teatro Calígula.
Y es que La Diabla, además de contar con un buen número de fieles seguidores, ha vuelto a dar en la tecla acertada a la hora de plantear un montaje en el que, desde sus orígenes, sus actores y en este caso su directora, Mari Molina, se mueven como pez en el agua. Porque aunque este grupo de teatro ha tocado géneros como el drama e incluso el musical, donde mejor se mueve, sin lugar a dudas, es en la comedia como ayer, por enésima vez, se volvió a poner de relieve sobre el escenario del Teatro Victoria, donde una veintena de actores dieron vida a los personajes de la que tal vez sea una de las obras más representativas de Enrique Jardiel Poncela, Cuatro corazones con freno y marcha atrás, cuyo hilo argumental gira en torno a los efectos y consecuencias de tomar el elixir de la eterna juventud.
Dentro del amplio reparto, en el que predominaron las interpretaciones al servicio de la “comicidad” del texto de la obra, en la que abunda la utilización masiva de puertas, criados, cartas y mensajes, entradas y salidas, cabe reseñar la actuación de los cinco personajes principales, entre ellos Miguel Ángel Jiménez, en el papel del socarrón y familiar Emiliano, cartero que se convierte en el primer acto en ordenanza del entrañable sabio inventor de las sales mágicas, el doctor Bremón, interpretado por Antonio Muñoz, dando vida a la pareja de éste en la ficción, Hortensia, Menchu López, mientras que la otra pareja protagonista, Valentina y Ricardo, estuvo acertadamente interpretada por Elisa Molina y Felipe González respectivamente.
A ellos se unen un eficaz cúmulo de personajes secundarios, con sus respectivas singularidades y manías, de gran comicidad todos y cada uno de ellos, que hacen que la obra cale en el espectador y lo lleve a la conclusión final de que cualquier cambio en orden natural de la vida, sólo produce infelicidad.


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