Si tuviéramos que describir con brevedad la situación económica de nuestro país, podríamos decir que la inversión privada se halla frenada por la falta de expectativas, que la demanda se halla estancada por la falta de renta disponible y que las dos armas con que cuenta un Gobierno se encuentran más que frenadas por indicación de Merkel y de quienes gobiernan las instituciones europeas: el gasto público no se direcciona adecuadamente y la fiscalidad no responde a las necesidades del momento.
Nuestra economía, por tanto, camina entre la anemia y la inanición y, en un alarmante de desempleo forzoso, los jóvenes, cuyos nexos vitales con el país son menores que quien ya ha iniciado un proyecto vital, han optado por emigrar.
Es un exilio económico, por mucho que políticamente se intente disfrazar, sin ningún pudor, de movilidad exterior. A los condicionantes económicos que motivan una emigración se debe añadir un condicionante político, que es lo que genera un exilio. Esa condición política es el hecho de que, desde la política, no se haya hecho nada por mejorar la situación sociolaboral de los jóvenes, sino que la ha empeorado como nunca con una reforma laboral que se ha desarrollado en el camino opuesto al que el país necesitaba.
Sobre este exilio no hay cifras concluyentes. La dejación de funciones políticas ha llevado a no poder cuantificar con certidumbre cuántas personas jóvenes se han ido del país, su destino, su edad, su ocupación, su formación, su modalidad contractual, sus ingresos.
Pero es algo más que un rumor de la calle: hay un número importante de jóvenes que, ante la falta de expectativas en este país, han hecho la maleta y han ido a buscar trabajo fuera de nuestras fronteras.
Podría dedicar unas líneas a los comentarios de dirigentes políticos sobre lo “aventurero” que es emigrar. Serían unas líneas sobre la ética, más que sobre la política, pero es mejor, y es lo que la ciudadanía espera, que hablemos de soluciones, apartando por un momento a quien no ha hecho más que generar problemas y despreciar a los jóvenes.
La insensibilidad de la política ha llegado a puntos intolerables. Dicen, con toda frivolidad, que emigrar es una oportunidad. Sería cierto si en este país hubiera también oportunidades, Sería cierto si no hubieran empujado a miles de jóvenes a un futuro que muchos jóvenes no querían ni deseaban.
Desde la política debe de pensarse que buscar trabajo fuera de España es algo entre caprichoso y exótico. O no reparan, o no quieren reparar, en el drama que supone para un joven, en el inicio de su proyecto de vida independiente, abandonar su país, su familia, su cultura, para iniciar un incierto futuro en un país que no es el suyo.
Y es ahí donde se espera una labor de apoyo de un nexo con tu país que va más allá de fronteras: tus políticos, tu Gobierno.
Si te vas a otro país, si tu familia no alcanza para echarte una mano. Hay dos opciones: hacer como hace la política, abandonar a los jóvenes a su suerte, o encontrar o tener amigos que les ayuden…o hacer como sería esperable desde la política: poner instrumentos de apoyo para jóvenes que buscan empleo en el exterior, cuidar de tu ciudadanía donde quiera que se encuentre, y más si está en el extranjero por la incapacidad política de ofrecer una oportunidad en España.
¿Cómo no van a vivir los jóvenes una época de desafectación hacia la política, si se cuentan por cientos, miles, los que conocemos de alguien que se ha ido al exterior, actitud de dejación de la política, debería pensarse que se debe a su incompetencia, pero da que pensar que no se deba a un frío calculo, a medio camino entre lo demográfico, lo electoral y lo ideológico.
Éste sí que es un drama generacional y, por ello, es y será siempre una prioridad, ahora que tanto se habla de cambio generacional.