Hablar de Gaza no es solo hablar de cifras, de geopolítica o de mapas lejanos, hablar de Gaza es hablar de vidas, de historias concretas, de sueños rotos, de pasad, presente y futuro.
Lo sé de primera mano. Durante cinco años compartí mi vida con un amigo palestino, apátrida y exiliado en Arabia Saudita. Su familia fue expulsada de Cisjordania, arrancada de su tierra, de sus casas, de sus propiedades, de sus recuerdos. Y lo que más me impactaba de sus relatos no era solo el dolor, sino la dignidad con la que su familia lo contaba. El convencimiento de que, a pesar de todo, resistir era un acto de amor a su pueblo y a su historia.
Cuando hoy escucho las noticias de Gaza, no veo cifras: veo los ojos de mi amigo, las lágrimas que derramaron él y su familia recordando su hogar perdido, la nostalgia de quienes cargan con la llave de una casa a la que nunca pudieron volver.
Por eso digo que lo que ocurre en Gaza no es una guerra lejana, es una herida abierta en la humanidad entera. Una herida que no cicatriza como tampoco lo hace la del pueblo Saharaui por más tiempo que pase y por más que la intentemos obviar.
Desde la izquierda y creo que también desde la derecha moderada ( hoy extinta ) siempre hemos defendido a quienes sufren la injusticia y la opresión. Y hoy, esa obligación, es clara: exigir un alto el fuego inmediato, denunciar el bloqueo inhumano, reclamar corredores humanitarios y defender con firmeza el derecho del pueblo palestino a vivir en paz y libertad.
No aceptamos que se bombardeen hospitales, escuelas y refugios. No aceptamos que se normalice la barbarie. No aceptamos que los poderosos conviertan la vida en moneda de cambio. En nuestras manos y en la de los gobiernos está que esa realidad llegue a su fin.
Desde mi experiencia personal, sé que detrás de cada palestino que resiste hay una historia de despojo, pero también de dignidad. Y por eso afirmo y grito: GAZA NO ESTÁ SOLA. PALESTINA NO ESTÁ SOLA.
Pido que nuestro grito se convierta en un grito de solidaridad, que nuestras calles sean un refugio de esperanza, que nuestra política sea un puente hacia la paz.
Porque frente a la injusticia, frente al genocidio, frente a la barbarie, siempre elegiremos la vida, la dignidad y la justicia social.
Si nos mantenemos impasibles ante esta barbarie, ¿ que será lo próximo que vamos a tolerar o a darle la espalda?
¡Alto el fuego ya!
¡Paz y libertad para Palestina!