Francisco José Segovia Ramos (Granada, 1962)
Lunes 21 de noviembre de 2011 - 18:53
generica

Estoy solo entre las ruinas de la ciudad y creo que él también es el único superviviente de los suyos. Es un duelo entre nosotros dos, en mitad de ninguna parte. No hay piedad para quien mató a mis compañeros. Tampoco espero perdón de él.

Agarro mi fusil con fuerza: es mi único amigo y aliado. Sin él me siento carne de matadero. El frío metal me consuela como un corazón amado, y mis venas trasiegan el acero del que está compuesto.
Me introduzco en un edificio destruido. Atravieso sus pasillos llenos de escombros. Atisbo sombras que se mueven, pero no son más que meros engaños de mi mente. Mi enemigo anda cerca, lo presiento.
Escucho un ruido delator. Él está tras esa esquina, esperándome. Cargo el arma, y su chasquido me sobresalta. Ambos sabemos ahora que estamos apenas a un suspiro del enfrentamiento definitivo.
Aspiro aire profundamente y, rápido como una tormenta de verano, giro la esquina y apunto contra mi enemigo.
Él está allí, y me apunta también con su frío y acerado fusil. Ninguno dispara porque entonces, y solo entonces, descubrimos que él y yo somos la misma persona.

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