CULTURA | Rincón Literario
El tercer ojo
Lunes 23 de abril de 2012 - 10:05
La niña abrió sus grandes ojos azules y contempló a sus padres y al personal médico que había intervenido en el parto. No lloró al salir del vientre materno porque no sintió esa necesidad. Fue la primera sorpresa de los que presenciaron su nacimiento.
Entonces, ante la estupefacción de todos los presentes, abrió también su tercer ojo, y habló sin palabras a través de él, rompiendo fronteras generacionales y traspasando las etéreas corazas de los espíritus de los que se hallaban en la sala. Los médicos dieron un paso atrás, y sus padres guardaron un pavoroso silencio.
Después llegó el irracional miedo.
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El parte médico, rubricado por los nerviosos padres de la niña, señalaba que ésta había muerto durante el parto debido a una insuficiencia cardíaca.
Oficialmente nunca hubo tercer ojo, y los testigos del acontecimiento guardaron ese secreto el resto de sus atormentadas vidas, porque sus espíritus habían sido sacudidos de su letargo y sus adormecidas conciencias descubrieron que ellos podían hacer mucho más con sus cuerpos y sus mentes de lo que creían, si eran capaces de romper todas las normas establecidas. Era demasiado incómodo tener a alguien que les mostrara sus propias debilidades y, a fin de cuentas (se justificaban), la sociedad no estaba todavía preparada para el cambio.
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Hubo más niños y niñas que hablaron sin voz con el tercer ojo, pero en todas partes la Humanidad cerró los suyos y se negó a dar el paso evolutivo definitivo, arrojando a los nuevos y embarazosos mutantes a la muerte, con el fin de mantenerse a salvo del cambio en el placentero olvido de la ignorancia.
FIN