Como sacada de una de esas ñoñas adaptaciones televisivas “disneysticas” que cada Navidad se repiten en un bucle sin fin como queriendo invocar al espíritu de Charles Dickens, como queriendo golpear nuestras consciencias y lo más sensible de los corazones de cada uno, para al menos una vez al año, sentirnos solidarios y fieles a los principios que han de regir esas fechas, parece la historia que hace pocos días recogía la prensa española y parte de la internacional, al menos la hispana.
Aunque no parezca cierto, que lo es, todo un señor Jefe de Estado allende los mares y donde muchos de sus lugareños son hijos y nietos de gallegos y otros norteños peninsulares, se apretaba aún más el cinturón en estos tiempos de crisis desde que en el año 2010 llegara a la presidencia de la República Oriental del Uruguay. Y lo hacía, lejos de toda parafernalia populista que en principio pudiera parecer, pues ya desde que en el primer día del mes marzo de aquel año llegara a lo más alto de las responsabilidades de su nación y fiel a lo que le había prometido a sus conciudadanos, vive en su chacra de las afueras de Montevideo, en una pequeña y modesta casa de labranza junto a su esposa, la senadora Lucía Topolansky y su inseparable perra Manuela y no en el palacete presidencial ubicado en el refinado barrio El Prado de Montevideo.
José Mujica, “Pepe” Mujica, como es conocido entre sus paisanos, ha decidido ahora darle otra función a la muy palaciega “Casa de Suárez y Reyes”, morada oficial de los presidentes uruguayos desde su adquisición a finales de los años cuarenta del pasado siglo XX. Ahora, ha ofrecido la fastuosa mansión como alternativa para las personas que viven en la calle, dando instrucciones al Ministerio de Desarrollo Social para que tenga en cuenta las instalaciones de la casona, ante el advenimiento del crudo invierno que en el hemisferio sur comienza el próximo 21 de junio y así puedan utilizar algunas de las instalaciones.
Un palacio para el invierno que no es un gesto, cuando Mujica, dona a fondos de ayuda social un 90% de su salario. Cada mes, de los 250.000 pesos que recibe por su trabajo presidencial, 'Pepe' recibe sólo para su manutención mensual unos 20.000 pesos y el resto, lo distribuye a distintos fondos, fundaciones y oenegés locales que ayudan a los más desfavorecidos. Una acción, para la que señala sin oropeles que "ese dinero me alcanza, y me tiene que alcanzar, porque hay otros uruguayos que viven con mucho menos" y que también hace su esposa, y a la que suma la propuesta de donar a fondos y causas sociales las astronómicas jubilaciones presidenciales, que permanecen cobrando los ex presidentes constitucionales que le precedieron.
Todo un señor presidente que con un par, sólo acepta a regañadientes que la chacra en la que vive sea custodiada por efímeras fuerzas policiales, mientras sigue declarando como único patrimonio, un auto Volkswagen Fusca valorado en 1.945 dólares y con el que cada día como cualquier ciudadano se le ve circular, cuando no hace uso de un Chevrolet Corsa como vehículo de transporte oficial, tras haber jubilado a una vieja moto Vespa con la que se le vio durante muchos años por las calles y alamedas de Montevideo como queriendo dejar una estela a imitar entre todos aquellos altos mandatarios y dirigentes que pululando por todo el orbe, siguen pidiendo sacrificios a sus ciudadanos, mientras tienen aseguradas sus reales posaderas en palacios de invierno y de verano y a la postre, en los consejos de compañías y empresas multinacionales de todo pelaje.