Cada vez está más extendida la idea de que lo que nos contrae cada día nuestras expectativas de vida y lo que nos ha hecho interesarnos como si fuésemos asesores bursátiles por la prima de riesgo, el diferencia de de la deuda y de cómo le va a los italianos en la Bolsa de Milán no es ni el gasto público ni lo que quiera que sea la esencia misma de la crisis, sino que se trata de un nuevo tipo de guerra entre países y de un golpe de mano que persigue el truncamiento constitucional.
Hay quien piensa que se trata de la tercera guerra mundial. Alemania, en vez de mandar los Panzer, como en 1939, para invadir territorio ajeno, manda al mercado para asfixiar la economía extranjera y ponerla a su servicio.
Otros apuestan porque estamos ante un golpe de estado en toda regla, en la que se suprimen derechos y coartan libertades en vez de pistola en mano de un iluminado salvador de la patria, a través de recorte va y recorte viene, desmontando un Estado construido para las personas y regresando al servicio de los súbditos a favor de los señores. Este análisis se resumen en el famoso vídeo con el que el PSOE mostró su apoyo a la escuela pública a través de la conversación de una inmigrante y un niño, que ya aplicaba aquella frase tan jocosa como brutal de que “para qué quieres carrera si puedes ser peluquera”, lema de la oposición ciudadana a los recortes educativos de Esperanza Aguirre.
Probablemente será una cosa y la otra, estaremos ante una nueva invasión bélica y ante el intento acelerado de cerrar el paso a un sistema de derechos y de implantar un pensamiento único aterciopelado de formas democráticas.
Carlos Floriano, el portavoz de la dirección del PP, lo deja claro cuando afirma que su partido está cumpliendo su programa electoral.
No, no es ese programa que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha reconocido ante el Congreso de los Diputados haber incumplido desde ese gobierno que más que ser como dios manda, parece que es el que con el que nos ha castigado a los no creyentes en la fe ultraliberal, sino ese otro programa que se resume en el fin mismo, el sacar a España de la crisis a golpe de hacer lo contrario de lo prometido.
Estamos ante el triunfo de la narrativa única, la que Floriano pone de manifiesto anteponiendo el fin a cualquier cosa. Da igual que sea una promesa electoral, que un principio, que un derecho, que una Ley, que para eso tiene el PP la mayoría absoluta, para cambiar lo que le estorbe.
Luis Arroyo, uno de los principales especialistas en comunicación política, hablaba hace un par de semanas en la SER, además de su libro “El poder política en escena” de la “narrativa europea” como parte del imperio de cosas que se nos presentan como dogmas, y como tales irrefutables, y que inspira el pensamiento único que nos atornillan en nuestro ideario un minuto sí y otro también a través de todos los medios posibles. En esta misma línea se muestran otros destacados asesores en comunicación política.
Es tremenda la manera como se dirige la opinión y se generan leyendas que se dan por ciertas ante la ausencia de reflexión personal, la incapacidad de contrarrestarla por la inacción de los llamados a ejercer la oposición política y por la inexistencia de un periodismo coherente con su misión crítica con el poder, como hace ya décadas aprendí en Diario 16 y le oí formular por primera vez a Román Orozco.
Al triunfo de esta narrativa ayuda muchísimo lo que el portavoz de la Junta de Andalucía, Miguel Ángel Vázquez, ha llamado en Canal Sur Radio “política de boquilla”, esa que se compone de decir y no hacer, parte destacada, por lo demás, del desprestigio de la acción de la política.
Las dádivas de los diputados como si se le diesen los privilegios y el dinero a tropel, la decenas de miles de políticos que afloran por todos sitios con sueldos de infarto, la defensa radical de los productos españoles para fomentar el nacionalismo extremo o la exención de impuestos a los establecimientos abiertos por asiáticos son ejemplos de verdades manipuladas o directamente de mentiras.
Ya no son únicamente cadenas por correo electrónico, sino que estos mensajes aparecen en carteles colocados en las calles si nadie que se responsabilice del mensaje, a lo que se le da una credibilidad infinitiva sin haber la más mínima fuente que lo contraste.
Poco después de proclamarse la II República, el periodista baenense Manuel Piedrahita (padre del conocido por su trabajo el TVE desde Berlín), que se encontraba entonces en Madrid, afirmó que la “más eficiente y fundamental función de la prensa” es cumplir con el “servicio público de informar”, pero que los “problemas políticos de la presente actualidad” habían colocado a los periódicos como “una poderosa y eficaz palanca para promover y orientar los flujos y reflujos de las ideas colectivas” (Diario de Córdoba, 1 de mayo de 1931). Pues eso, que ochenta años no es nada y además ahora existe internet