Francisco Aguilera
Jueves 3 de julio de 2014 - 16:18
generica

¿Se imaginan hace 150 años, cuando entró de servicio el 1 de Julio de 1864, aquella media docena de Guardias Municipales, cómo se vivirían los atropellos? Posiblemente atropellaban los cuadrúpedos y vehículos de tracción animal...

Decía mi vecino Antonio hace ya algunos años al referirse a los coches con este vocablo despectivo, ATROPELLANTE, tal vez inventado por él mismo, que podía significar "EL QUE ATROPELLA, PUEDE ATROPELLAR O EL QUE ESTÁ ATROPELLANDO". Sufrimos, es verdad, muchos atropellos en nuestra vida diaria en sentido figurado y muchos de ellos los vemos como imposibles de prevenir, pero otros no tanto, los reales, porque se han instalado ya en nuestras vidas y los vamos asumiendo como si fueran ¿¡rutinas!?.
Pero este atropello de los vehículos rodantes no podemos asumirlo. El que el índice de atropellos a peatones, sobre todo niños y personas mayores se resista a descender al ritmo del resto de los accidentes de tráfico y más en las poblaciones, es preocupante (de hecho, aumentó un 3% entre 2011 y 2012( Revista Tráfico nº 226).
Se ha avanzado enormemente en el diseño del morro de  los vehículos para que en caso de impacto el daño sea mínimo, incluso con detectores que a cierta velocidad ya detienen el coche independientemente de la reacción del conductor. Perfiles con menos aristas, materiales más deformables, con un nivel del ángulo más suave y más bajo para que el peatón al golpearse "voltee"  dispersando gradualmente la energía en vez de quedar retenido y aplastado...
Piensen en los peatones aquéllos conductores que instalan en el morro de sus vehículos, sobre todo los todoterrenos, las llamadas defensas "antibúfalos", porque no estamos en la selva de safari y la probabilidad de que se nos cruce un peatón no es ya diaria, si no horaria. Aunque se hubieran homologado, deberían prohibirse ya y obligar a su desmontaje los que la tuvieran.
Por otro lado,  se mejoran en ciertos lugares las vías, protegiendo aceras, diseñando pasos de peatones elevados, semáforos inteligentes, etc.
Sin embargo, ¿qué sigue fallando? Pues sencillamente que el conductor, pese a su supuesta formación,  ignora bastantes veces los derechos de la parte más débil de esta convivencia (que no competencia)  vial;  y también, que a su vez el peatón, al que casi nadie le dedica formación, ignora también los peligros a los que se enfrenta y que, unidas ambas rutinas, terminan dando al azar su ocasión para que en poblado sucedan el 62% de los  fallecidos  y 63% de los heridos graves y 94% de los leves  (revista nº 226  dgt, pág. 15). Rutinas que podemos cambiar.
 Sólo si cuando conducimos, a pesar de cumplir fielmente la norma, vamos más allá y pensamos si el peatón puede no habernos visto aunque llevemos la preferencia  porque también él va con su hora justa, sus distracciones, su teléfono, su exceso de confianza, su baja percepción del peligro...
Y otro tanto cuando vamos a pié si no adoptamos como norma y rutina la  actitud defensiva a toda costa, o sea, como cuando conducimos, aunque llevemos la preferencia y nos desplacemos a pie cumpliendo la norma al 100% pensamos en que el conductor que se nos acerca puede que vaya en sus cosas y no nos haya visto, o que crea que ante su presencia vamos a temer seguir y finalmente nos detendremos y no cruzaremos, o que detrás de él, aunque nos ceda el paso viene otro con más prisa que no nos ve y aprovecha la disminución de velocidad del primero para adelantarle, aunque sea en un paso de peatones... y allí nos coge..., ¿qué fatalidad! En Priego no somos una excepción.
Si desde pequeños insistimos con los menores en estos hábitos o rutinas de prevención, lo mismo que los enseñamos a vestirse y asearse o a ser ordenados, por qué cuando los acercamos al colegio, no les inculcamos que "sujeto y bien sujeto" a su sillita es como va seguro en el coche... Y si va andando, que  avanzar y cruzar por los lugares seguros y cumplir las normas, tomándose su turno de espera cuando haya semáforos, les garantiza que no vayan a tener un accidente...
Los menores hay que educarlos en este peligro sin tregua. Está claro que ellos no son conscientes de este enemigo, pero si desde que van en su carrito y ya se van fijando en todo, son empujados por otra persona que no cruza bien, que va pensando en sus prisas, que no le llama la atención en cada punto conflictivo, que no le reprime cuando se suelta y pretende cruzar de cualquier manera,  que de hecho lo lleva suelto, o que cuando están a punto de atropellarlo la emprende contra el conductor... ANTE TODO ESTO, PREVENIR,  EDUCAR... En la familia y en la escuela, en los medios...
Atropellantes hay muchos para los peatones, desde una pequeña bicicleta que se mueve por un parque, pasando por el gamberro de turno con su ciclomotor, hasta el más veterano de los conductores que ya cree que lo sabe todo. Y los atropellados son siempre la parte más débil.
Para estar al día sobre seguridad vial: dgt.es revista. Teléfono de atención a las víctimas del tráfico 060

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