El máximo referente del andalucismo moderno, Alejandro Rojas Marcos, dijo hace unos días que había que hacer un homenaje a periodistas y jueces porque están permitiendo que se conozcan los casos de corrupción. Su afirmación fue parte de un amplio análisis de una realidad “delicadísima”, que es heredera de la Transición, un período histórico que se afrontó con determinadas decisiones cuyas consecuencias afloran ahora.
El político retirado salvó ante los acebucheros, que se reúnen cada quince días en La Carlota (Córdoba), parte de esa misma Transición que criticó y en la que fue artífice del acuerdo político que dibujó un mapa autonómico en España bien distinto al previsto por los partidos centralistas y los nacionalistas catalanes y vascos cuando se elaboró la Constitución.
Conforme a su planteamiento, estos dos colectivos, periodistas y jueces, son los únicos que permiten que se vayan conociendo los casos de corrupción que se producen en España y que han deparado, en su opinión, un fenómeno extraño, que no es otro que el movimiento que parece capitalizar electoralmente el descontento social, Podemos, es de extrema izquierda y no de extrema derecha, como a él le parece lo lógico. En todo caso, esta formación es “una expresión desordenada de la sociedad española”.
De Podemos, el líder andalucista afirmó que era bueno que ganase las próximas elecciones generales, porque no iba a gobernar y haría reaccionar a los partidos tradicionales, aunque, sobre un acuerdo PP-PSOE señaló que únicamente sería “para mantener el tinglado”.
Llama la atención, pese al elogio a la profesión periodística, que la presencia de Rojas Marcos en la Tertulia Los acebuches (Facebook y Twitter) pasase totalmente desapercibida mediáticamente, tanto en ese momento como en el posterior a sus afirmaciones, que bien merecerían un titular destacado en algún medio.
Toda sociedad avanzada tiene en sus medios de comunicación un elemento primordial de soporte del sistema democrático. También es verdad, como refirió Alejandro Rojas Marcos, que al poder se le consiguen conquistar parcelas arrancándoselas. Ningún poder nunca da nada por sí mismo.
Momento es entonces de plantear cuál es el verdadero juego mediático que se ha conformado en España, que algo se entrevera en el documental por capítulos que está ofreciendo Canal + sobre los informativos de televisión, “Las caras de la noticia”, aunque de una manera sesgada contra lo público e idílica frente a lo privado.
Es llamativo que en el amplísimo debate abierto en España alrededor de la corrupción y la crisis no se oigan voces autorizadas que aborden la reflexión sobre la realidad mediática, aspecto que pasa de largo en análisis tan finos, tanto como discutibles, como el que hizo Antonio Muñoz Molina hace unos días en El País (“La corrupción y el mérito”), en la que toda solución queda en manos de ejemplares servidores públicos amparados por leyes y hábitos en la política, que, claro está, no sabemos quién va a implantar porque, como dice el escritor, se requieren asimismo otros cambios “más sutiles, que tienen que ver con profundas inercias de nuestra vida pública, con esas corruptelas o corrupciones veniales que casi todos, en grado variable, hemos aceptado o tolerado”.
Si para el análisis de Rojas Marcos no había solución a mano, en el de Muñoz Molina no hay quien la aplique.