Necesario sería que el P.S.O.E. concretara y unificara de una vez sus criterios ideológicos y pragmáticos, para evitar el balanceo a que nos tienen acostumbrados sus dirigentes.
Ya es hora de que un partido político más que centenario, acuerde cuáles son sus ideas programáticas, su actitud moral y las líneas de su acción política que no se pueden sobrepasar. La ambición y premura de estos neófitos líderes, dedicados al quehacer público desde adolescentes, sin otro oficio ni experiencia, los lleva a pretender un sillón sin preparación y respeto a la sociedad que no los votó, pero sobre todo a los clientes que los votaron.
Casi 137 años han pasado y este grupo político-sindical, no tiene carné de identidad ni principios irrenunciables, que impidan su transfuguismo ideopráctico, su vaivén, su inestabilidad y su regresión frecuente a postulados marxistas, cenetistas, comunistas y anarquistas, que nada tienen que ver con su quizás aparente modernidad reformista, progresista, moderada y demócrata.
Desgraciadamente esta fluctuación no es nueva en el P.S.O.E.. En su origen, engendrado en la A.I.T.(sindicato internacional anarquista revolucionario), profesa principios marxistas, advocación radical que supuestamente abandona en 1979 con Felipe González.
Se unieron muy pronto al sindicalismo, hasta constituir la U.G.T. siempre muy ligada al partido, para no hacerle “pupita” con manifestaciones y huelgas, al estilo de los sindicatos verticales franquistas. Harto complicado es, que un sindicato sea un aparato de partido, como lo ha sido siempre Comisiones Obreras respecto al Partido Comunista.
Comenzaron sus relaciones de amor y odio con los republicanos, al decidir en las elecciones de 1910 presentar candidatos conjuntos para obtener mayor rédito, a pesar de la oposición de su líder Pablo Iglesias. Los resultados no fueron buenos al ser penalizados por los sucesos de la semana trágica de Barcelona.
En 1914 el P.S.O.E. da un bandazo hacia la izquierda radical y se acerca a la C.N.T. anarquista, firmando un pacto revolucionario, que dos años más tarde tras la huelga de 1916 lleva a sus dirigentes a la cárcel.
En las elecciones de 1918, debido a la presión de los anarquistas, deciden hacer una serie de reformas para girar hacia el centro-izquierda y abandonar la lucha de clases, pero un sector revolucionario leninista impone la convocatoria de un congreso, en el que la facción moderada rechaza ingresar en la III Internacional; como consecuencia las Juventudes Socialistas fundaron el Partido Comunista de España. Eterno problema del partido, no saber dónde está su ideología y su praxis.
Muestra de su falta de unidad, principios y coherencia, en 1920 gana la facción bolchevique del partido y se adhieren a la III Internacional. En esta situación de crisis del partido, se instaura la dictadura de Primo de Rivera; al haber sufrido una notable pérdida de dirigentes y militantes, se transfigura en actitud camaleónica y, pásmense, deciden participar en los órganos del Estado. Esto les permitió cierta libertad de acción, que no tenían sus otrora correligionarios comunistas y anarquistas.
Al caer la dictadura, Besteiro se negó en principio, qué raro, a colaborar con los republicanos a los que consideraban caciques y burgueses, pero muy pronto se cambian la camisa, y presa de sus vacilaciones, participan en el gobierno de Azaña con tres ministros, tras haber conseguido 117 diputados. Al destituir a J. Besteiro, llega a presidir el P.S.O.E. y la U.G.T., Largo Caballero; aunque hoy nada nos parezca inconcebible, sí que parece que el P.S.O.E. gobernó siempre en las entrañas de la U.G.T.
La condición de ida y retorno del partido de nuevo le fue mal, pues las pocas reformas del gobierno republicano, la crisis económica y la represión social de Casas Viejas, lo desprestigió al ser tachado de colaboracionista.
Surge de nuevo en su seno una rama radical revolucionaria, que no quiere reformas moderadas sino buscar nuevas formas de lucha. Su quimera lo condujo en las elecciones de 1933 a soñar con una mayoría parlamentaria, y les pasó como hace unos meses, que se dieron un batacazo. Creían los de hoy, que sus casos de corrupción, su actitud dudosa sobre la unidad nacional y el abrazo a Podemos tras las elecciones autonómicas, ¿no los iban a castigar en las urnas? La soberbia de la derrota en el año 33, los arrastra a no aceptar aquel gobierno de centro-derecha; Largo Caballero timonea la nave pesoista más a babor, y soslayando a los reformistas, se alía con anarquistas y comunistas, y emprende actos violentos contra el Estado. (Continuará)