El 6 de septiembre, en Tribuna Libre del Diario Córdoba, Luis Mendoza hace propuesta de la calle Pepe Cuadros. Como bien explica: “Todo el pueblo lo exige. Pepe Cuadros, don José, fue un hombre discreto, muy bueno y muy inteligente, muy de Priego. Hizo por la dignidad de todos más que cualquiera. Es de justicia que perdure su recuerdo”.
Como hijo mayor, con quien más compartió y departió, no sólo como padre, sino como amigo, maestro y compañero de alegrías y sufrimientos, en nombre de mi madre y de mis hermanos José María y Conchi, sólo puedo dar las gracias y decir como cualquier hijo que se digne, que él era una persona única, conocida, respetada, querida, con un talante especial y realmente maravillosa.
Haciendo un breve recorrido a su existencia, puedo decir que su vida estuvo marcada y truncada para siempre desde su juventud. Hijo de republicanos, como otros muchos jóvenes de la época, fue castigado por sus ideales políticos por el régimen franquista, no pudo terminar sus estudios de medicina en la Universidad de Granada y marchó en el silencio de su soledad y tristeza a su pueblo natal a transmitir sus conocimientos.
Como profesor y sin titulación universitaria formó maestros y profesores e impartió clases en la Academia del Espíritu Santo, en el Instituto Laboral Fernando III el Santo, en el Centro de Capacitación Agraria y en la Escuela Universitaria de la Iglesia de Formación del Profesorado de EGB. Posteriormente, recién entrada la democracia, después del indulto general a personas que sufrieron represión en el régimen, estudió magisterio en la Universidad de Jaén, opositó y ejerció sus funciones como maestro en el Colegio Virgen de la Cabeza, Camacho Melendo y se jubiló como profesor en el Colegio Ángel Carrillo. Puedo decir desde aquí, que los que lo conocieron lo catalogaron como “maestro de maestros”.
Como persona tenía la cualidad de ser un hombre discreto y la habilidad de saber rodear a todos, alumnos, conocidos, amigos y familiares a su lado. Aconsejaba, asesoraba y acompañaba a los que lo necesitaban en temas personales, lo escuchaban y mantenía la llama viva para que nada fuera vulgar, todo era distinto en él, todo lo hacía especial.
Su casa siempre tuvo sus puertas abiertas a todos: profesores, alumnos, amigos y amigos de amigos. En ella había reuniones, tertulias literarias, de poesía, política, propuestas de actividades y ensayos del teatro. Los alumnos de la Academia celebraban sus cumpleaños, los más allegados se agregaban los fines de semana a las excursiones al paraje de Azores, y otros, a los baños nocturnos en el “baño manancas”.
Tenía el don especial, en estos tiempos que corren, de no cobrar honorarios a los hijos de compañeros, a los de los amigos y también aquellos que no podían pagarlos, después sus alumnos se hacían mayores, eran sus amigos y tampoco cobraba a sus hijos. En compensación recibía como pago el cariño y gratitud de sus amigos.
Finalmente decir, que tras una larga enfermedad, sus amigos querían despedirlo con un cálido homenaje que nunca se llegó a celebrar, pero gracias a la iniciativa de Luis Mendoza y de los organizadores del evento, Antonio Navas y Antonio Siles, en nombre de la familia damos las gracias por proponer el nombre de una calle para Pepe Cuadros, “maestro de maestros”.