Fran Zurera. (Historiador)
Lunes 23 de abril de 2012 - 13:17
generica

Miro alrededor y la habitación está vacía. De un lado mis recuerdos, del otro, yo. La tranquilidad reina por todo el espacio. El aire se vuelve un poco denso o es solo que a mí me da esa sensación. El silencio que nunca existe parece que me acompañe ahora como un fiel perro que no quiera hacer ruido, tan solo estar presente. Decir que fue testigo impertérrito de este momento.

Afuera no se escucha la jauría de niños que juegan en la calle con una pelota, con una peonza o con quién sabe qué. Tampoco el trajinar diario de las mujeres, ni el cacareo abultado, ruidoso, estruendoso de las vecinas cotillas. El ruido de los coches se hace más amortiguado, quizás un tanto tenue, quizás sea mejor definirlo como lejano.
Vuelvo al vacío de la habitación, ahora veo una silla. La habitación que he mirado, que he recreado en mi mente se vuelve nueva y lo que antes solo era un sitio físico en el que me encontraba de un lado yo y al otro mis recuerdos, ahora se configura como un espacio en el que existe un objeto más.
Me da lo mismo. Llegados a este punto miro hacia el lugar en el que se encuentra aquel ente que es mi vida. Lo mejor es que la estoy viendo como una película muda. La observo detalladamente. Sonrío y me entristezco según qué momentos, según que personas aparecen en escena. 
La película se ha detenido. Me extraño pero no me altero. Sé que en el sitio que han estado aún siguen mis pensamientos. De nuevo una extraña calma. Lo raro es que no escucho nada. Tampoco pienso en qué hora será. Si será de día o de noche. No tengo hambre. Ideas fútiles que me rondan por la mente.
Alzo la cabeza y miro esa cuerda. Instintivamente giro el cuello hacia la puerta de la habitación y el pestillo está echado. De nuevo poso mis ojos en la cuerda. Sé que de aquel lado se encuentran mis recuerdos y de este yo. Entre ellos y mi persona, la cuerda marca una línea divisoria. Una frontera que me mantiene de esta parte y me impide pasar a aquella parte.
El aire se ha vuelto más denso. Hace más calor y noto el cuerpo tenso. Me empiezan a doler las articulaciones pero por extraño que parezca este dolor va quedando apagado y solo me interesa sopesar las imágenes que he visto.
¿Y con qué quedarme? Qué raro tener que elegir un aspecto concreto de mi vida. No sé que elegir, tampoco por qué lo pienso. Ahora me noto la boca seca. Necesito beber pero no hay agua en la habitación y para colmo la silla que antes he visto ahora está tirada. No sé qué demonios habré hecho para volcarla si ni siquiera recuerdo haberme sentado.
Sigo notándome la boca seca y ahora la lengua hinchada.
Quizás sea que me estaré volviendo loco pero en la habitación que no había nada ahora aparece en una pared lateral, un espejo de bordes alambicados y dorados que dibujan pequeñas florecillas. 
Vuelvo a pensar pero me está costando demasiado. Elevo otra vez la vista hasta la cuerda, para pasar a mirar el cerrojo y giro la cabeza hasta el espejo el cual proyecta una imagen que no llegó a saber que es.
Noto una presión muy fuerte en los ojos. Me queman y la imagen que antes no atendía a saber que era ahora se hace nítida ante mí. El reflejo del espejo me resulta espeluznante y aparto la mirada. 
Ahora la oscuridad se va cerniendo sobre la habitación, todo va desapareciendo y dónde antes habían estado mis pensamientos, mis recuerdos o mi vida al fin y al cabo, ahora solo hay una cuerda y alguien colgado de ella. 
La cuerda me aterra, aunque aún me aterra más quién está colgado de ella. No quiero ver el rostro de esa persona y sin embargo, hago un gran esfuerzo y lo muevo hasta ver su cara…

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