Araceli Cantero Rivas
Domingo 29 de diciembre de 2013 - 10:34

Navidad, palabra  bonita que desencadena a la vez una sucesión de otras palabras; por un lado emociones y sentimientos: alegría, tristeza, añoranza, ilusión, soledad…y por otro: fiesta, diversión, comidas, compras, cotillones, despilfarros, excesos,….

Yo hoy quiero centrarme en el primer grupo y concretamente en la palabra soledad. Ni mucho menos es para entristecer a quienes tienen a bien leer mis artículos, todo lo contrario, para felicitar y acompañar con mi modesto escrito a todas las personas que viven solas, que están enfermas, que son mayores y muy especialmente a esos cuidadores que se olvidan de sí mismos para dedicar su tiempo, su compañía y su amor a sus seres queridos dependientes de sus atenciones. Quiero hacer mención a mi amiga Ana Moreno, gran persona y magnífica profesional de la enfermería.  Ella pasa todos los días (y ya van años) después de su trabajo, al lado de su madre enferma de Alzheimer. Ana la llama, cariñosamente, “mi niña” y es feliz haciendo lo que la vida le ha puesto en el camino porque su profesionalidad, su humildad y sus golpes de humor la convierten en la mejor de las compañías para su madre y para quienes tenemos el placer de disfrutar de pequeños ratitos de charla con ella, “siempre al trote”.
Como ella hay muchas más, y digo muchas porque en su mayoría las cuidadoras son mujeres, aunque también conozco a hombres que lo hacen con la misma entrega y dedicación. Para dependientes y cuidadores va hoy mi pensamiento y mi felicitación. Soy conocedora de este tema porque he sido auxiliar de ayuda a domicilio y conozco los entresijos de tan penosas situaciones. Tengo presente a cuantas abuelitas cuidé y el propósito de visitarlas en estos días, sabedora de que ese encuentro me apenará. Envío mucho ánimo a las familias que tienen un enferm@ o ancian@ en casa porque comprendo que, como humanos que somos, a veces podemos desesperar y no estar tan considerados con ell@s como debiéramos. No hay alternativa: amor, paciencia, comprensión y entrega. Que, aunque no nos demos cuenta, también nosotros salimos beneficiados, porque la paz que da la conciencia no es sustituible con nada.
Amiga Ana, este año te imaginaré comiéndote las uvas al lado de “tu niña” o, como otros años, “repachingaita” en tu cama, como tu me has contado. Me acordaré de ti porque te aprecio y porque yo también tengo ausencias, una para siempre y otras por lejanía y problemas de salud.
Si en definitiva, de las vicisitudes de la vida no se escapa nadie. Pero hay una palabra que puede con todo: AMOR, medicina milagrosa (título de un libro que leí). Y bueno, acabo con la frase “muletilla”: Feliz Navidad y MEJOR año 2014, pero dicho con el corazón. 

 


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