OPINIÓN | Por su nombre
Oro, incienso y mirra
Martes 7 de enero de 2014 - 16:24
Siendo ayer Día de Reyes, se me ocurre pensar sobre lo que se narra en los Evangelios, en los llamados canónicos, por que si nos metemos con los apócrifos nos volvemos locos.
Existen varios que hablan de este hecho y algunos ya aumentan el número de magos que acudieron a la cueva de Belén y los hay que aseguran que éstos eran más de tres y en algunos resulta que venían hasta con un séquito innumerable por escolta.
Así que lo más sensato es atenerse a los evangelios oficiales y dejarlos en tres que ya son suficientes. La cosa, si la miramos con ojo crítico, se enreda mucho pero dada la grandeza de a quien venían a adorar es comprensible que se les atribuya título real.
Los textos oficiales dicen: Unos Magos (sabios) que venían de Oriente llegaron a Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?. Porque hemos visto aparecer su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo” . De donde se deduce que no eran reyes de ningún reino, aquí nació para el orbe cristiano la llamada Epifanía. La fantasía popular les ha dado este título y en el colmo del dislate hubo reyes en la antigüedad que se decían ser descendientes de estos magos, supuestamente reales.
En modo alguno sería yo quien atentase contra este hermoso día en el que ansiosos esperan los niños a estos magos que les traen sus regalos.
No pudiera olvidar nunca una escena que presencié hace tiempo y que os aseguro es totalmente cierta: Un niño de pocos años lloraba desconsolado después de que un adulto le hubiese revelado una verdad que él no deseaba saber en absoluto. El recuerdo del dolor que me produjo ver este suceso es lo que me ha movido a escribir ésto. Pregunté al niño por que lloraba tan desconsoladamente y éste, entre sollozos, me dijo: “Lloro porque me han robado esta ilusión tan bonita que tenía de los Reyes Magos". Ni recuerdo que le contesté para, de algún modo, intentar remediar el terrible desencanto que tanto hacía llorar a ese niño. El caso es que ya jamás volvió a esperar el día de sus "Reyes Magos". Los reyes magos habían muerto para él.
Es tremendo eso de robarle una ilusión, cualquiera que esta sea, a un niño, pues este niño, hombre hoy, no ha vuelto a tener la ilusión de sus "Reyes Magos", solo por que un adulto, no se con qué intención, se la había robado.
Ciertamente que por aquel entonces no andaba yo tan sensiblón como ahora, pues de haber sido así le hubiese dicho los peores improperios a quien cometió unas de las más incalificables acciones humanas: "Robarle la ilusión a un niño".
Que se queden los mangantes con todo el oro del mundo, rociad con todo el incienso que queráis a dioses verdaderos y paganos y con la mirra perfumad vuestras estancias. Y trátese de los Reyes Magos, de Papa Noel o de quien sea. Por lo que consideréis más sagrado "nunca le robéis la ilusión a un niño". Ésto es, al fin y al cabo, lo más bonito que van a recordar cuando sean adultos.