Resumen de la comunicación presentada en el XLI Congreso de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales, celebrado en Jaén en los días 2, 3 y 4 de octubre de 2015
Enrique Alcalá Ortiz
Jueves 8 de octubre de 2015 - 09:56

La vida de Pedro Alcalá-Zamora Estremera es una verdadera novela romántica, digna de la pluma de un Pérez Galdós, de un Zola o Dumas. Las excentricidades de su juventud hicieron que malgastara una inmensa fortuna, y ya pobre y con una gran cultura, hablaba perfectamente francés e italiano, se dedicó a la traducción de artículos y novelas, para redacciones de periódicos y editoriales, y a la creación de sus propias obras, como poesías, artículos variados, novelas, cuentos, monólogos dramáticos, diccionarios y obras bilingües de pedagogía.

La mayor parte de su producción está perdida, si bien abrigamos esperanza de que en alguna biblioteca, sin base de datos en Internet o en los tomos callados de ciertas hemerotecas, se encuentren más obra de este articulista al que podemos comparar con el cordobés Ricardo de Montis, o con los artículos de Larra, Ramón de la Cruz y Mesonero Romanos En sus artículos, crónicas o cartas retrata con maestría de estilo y agudeza de ingenio las sociedades andaluzas de Córdoba y Jaén, la de Madrid, y la isleña de Mahón.
Su pluma sagaz, aguda y crítica pone de manifiesto cuestiones candentes de la época que vive. Cuando le leemos nos retrotrae a finales del XIX y principios del XX, poniendo ante nuestros ojos una visión exacta del ayer, tan necesario para comprender el hoy histórico. Y todo con una prosa moderna, con frases cinceladas, justas, sin barroquismos, pero llenas de imágenes que realzan el comentario y lo elevan hasta metas de gran maestría estilística. Lenguaje rico, léxico variado, demostrativo de un dominio absoluto del castellano, que adereza frecuentemente con frases latinas, francesas, italianas o inglesas. Prosa fresca, atractiva, de lectura agradable para gozar leyendo y viajar al ayer de nuestros abuelos.
Del conjunto de la obra periodística de Pedro Alcalá-Zamora Estremera presentamos en esta ocasión una antología de aquellos artículos que escritos en Jaén se publican en el Diario de Córdoba entre los años 1900 a 1902, cuando nuestro periodista reside en Jaén y era director del semanario El Toreo a la vez que redactor o corresponsal del Diario de Córdoba.
Por este tiempo trabajaba en Jaén ejerciendo la abogacía Manuel Alcalá-Zamora y Torres, hermano mayor del que fuera presidente de la II República, y en esta misma capital el presidente de la Audiencia Antonio J. Caracuel y Cámara, ambos familiares suyos, aunque muy lejanos.
Los artículos que en este trabajo se presentan cuentan el vivir diario de Jaén y su provincia, así podemos citar noticias y comentarios sobre la feria de Martos, toros en Linares y Jaén, los paseos de la población jienense a los baños de Jabalcuz; fiestas, conciertos y bailes en el Casino; celebraciones religiosas como la misa de fin de siglo, la Semana Santa o la romería de Andújar; de tema social y político como el pago de la contribución, huelga de mineros y estudiantes, sucesos variados tales como novios despreciados o duelos decimonónicos para limpiar ofensas, fugas de la cárcel de presos famosos, o las 500 pesetas que dio el gobernador civil, con motivo del matrimonio de la infanta para aquellas parejas que dejaran el concubinato y se casaran por la iglesia, que en esta ocasión no cobró estipendios, acudieron 33 parejas que no está nada mal para una población de veintitantas mil almas que por estos años tenía Jaén, recibiendo cada pareja 15 pesetas y algunas perras gordas; recoge además en sus artículos fiestas lúdicas como las funciones en el Gran Teatro y el Carnaval, entre otros temas.
A modo de muestra copio un trozo de la descripción del Carnaval:
“Durante el Carnaval no ha faltado la animación, a pesar del frío casi siberiano, capaz de helar los mayores entusiasmos y de producir pulmonías de rápido desenlace.
Sólo una estudiantina ha lucido sus habilidades musicales por esas calles de Dios: La Prensa Española. Componíanla una veintena de jóvenes vestidos como don Luis Mejías cuando va a la quinta cabe el Betis, a que don Juan le escabeche.
Según un festivo cronista local, los chicos iban vestidos de sotas; pero la verdad es que ofrecían agradable conjunto, ejecutaban bien las piezas de su repertorio y han logrado éxito moral y pecuniario.
Visitaron los casinos y a las autoridades, entre ésta al Gobernador civil, que, muy complacido, les recibió las tres tardes de Carnaval, obsequiándolos con excelentes cigarros y Montilla auténtico y algunos pesos duros. Los muchachos salieron del palacio provincial haciéndose lenguas de la amabilidad del señor Monti, altamente satisfechos del Montilla y prometiendo repetir suerte el domingo de Piñata.
En cuanto a disfraces confederados o en comparsa, nada he visto que merezca especial  mención, si se exceptúa un pastor con su rebaño de ovejas. El traje de aquel era legítimo de esta tierra y el ganado representábanlo unos cuantos chiquillos muy bien vestidos con pieles de blanco vellón; y era curioso ver aquella grey, militarmente alineada, marchando en dos pies detrás de su jefe, con orden y disciplina que para sus filas quisieran los políticos turnantes.
Las mascaritas y los mascarones que se dan en todas las latitudes, eran los más abundantes; la camisa, no siempre de inmaculada blancura; la colcha de cretona y alguna de damasco; el sucio felpudo, que suele encerrar el cuerpo de un hombre animado por algunos cuartillos de manchego blanquillo o tinto, especie de corambre envuelta en espartos; la hembra que, metida en masculina indumentaria, parece una batata de Nerja, cortita y rechoncha; el varón que luce zarrapastrosas faldas a media pantorrilla, y el hombre del higuí, máscara misteriosa, muda como un sepulcro y amante de la infancia, que se estruja, salta y codea por atrapar el higo que oscila pendiente de bramante.
La Alameda, paseo situado en la parte más baja de la ciudad, desde el cual se descubre hermoso panorama limitado por cerros cubiertos de nieve, ha estado concurridísima hasta las últimas horas de la tarde, y los aficionados al baile y al aire libre no han dado reposo a los pies, en torno de la banda de música, marcándose lo mejor que podían y oprimiendo talles más o menos silfídeos al compás de la clásica polka íntima.
Los distinguidos curdas que aquí, como en todas partes, exhiben monas imponentes, expansivas y efusivas, indefinibles disfraces y rostros ilustrados con caprichosos chafarrinones, ha hecho, siguiendo tradicional costumbre, alarde de su especial ingenio; pero no ha habido escándalos, mayormente, ni averías personales que lamentar; detalle que da buena idea de la cultura del pueblo jienense.”
En las calles, en el paseo, en el casino, en el café, el derroche de serpentinas y confetis ha sido grande.
Sin lugar a dudas, los textos son una fotografía fidedigna, interesante y atractiva del Jaén de principios del siglo XX.

La comunicación completa se puede DESCARGAR GRATIS en el siguiente enlace:http://www.enriquealcalaortiz.com/web/index2.php?pagina=verlib.php&ID=349

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