Nadie, en su sano juicio, sería capaz de vociferar una sola palabra en contra del sentimiento religioso que embauca la alegre vida de las personas, pero hay veces, dónde la ficción, la mitología, y los ritos religiosos se confunden en una amalgama de sentimentalismos y realidad que perturban nuestra mente y nuestros sentidos.
Y es que, curiosamente, en estos días hemos podido observar todo tipo de manifestaciones a favor del pensamiento mágico, amparada en una necesidad imperiosa de aumentar las reservas de agua de nuestros embalses. Si bien es cierto, en la época del año dónde nos encontramos, resulta raro, cuando no preocupante, que apenas haya caído una gota de agua, aunque solo sea un chaparrón de 5 minutos. Lo cierto es que, en un intento de desesperación masivas se ha recurrido a la figura del Altísimo para encomendarle la súplica de una suerte de diluvio fortuito que salve nuestra vida, y porque no de paso, la economía. ¡Ni el mismo Adam Smith se hubiera atrevido a semejante disparate!
Bromas aparte, resulta del todo curioso cómo en momentos de crisis la fe puede actuar como catalizador de aquellos males que afligen a nuestra alma, y eso, a priori, no está mal, pue ser humano se ha comportado con ciertas pretensiones paternalistas en cuanto al destino de sus vidas. Lo que resulta ya del todo preocupante, es la invasión del pensamiento mágico en la vida física y natural de las personas, y digo invasión pues considero que tales efectos son del todo explicables por métodos científicos, y como no, su solución reside en la investigación científica. Pero, lo que aún me puede dejar abrumado, es cómo cierta parte de la población acepta de buen grado que ese tipo de pensamientos sean, al menos respetables. Y lo digo con la siguiente explicación que se puede enmarcar dentro de la lógica formal.
Tomemos como ejemplo un determinado talismán (cualquier objeto es válido, ya sea una estampa, un determinado bolígrafo, o una prenda de vestir) al cual le atribuimos cualidades que no son características de ese objeto, y que, por ende, dichas cualidades nos llevan a sospechar que el objeto es causa en sí misma de los acontecimientos ocurridos (me viene a la mente el típico bolígrafo de la suerte que muchos estudiantes se han llevado para aprobar los exámenes). Bien, este tipo de argumento es una falacia. En concreto, la falacia denominada post hoc ergo propter hoc o también llamada post hoc. El argumento se basa en la consecuencia que desencadena los hechos y suele expresarse de la siguiente manera:
-El hecho A ha sucedido antes que el hecho B.
-Entonces, A es la causa de B.
Y a su vez, este tipo de pensamiento está muy relacionada con la falacia Cum hoc ergo propter hoc, argumento inferido a dos supuestos eventos que están conectados. Se puede errar al considerar que, A causa a B ya que podría ser que B cause a A o que incluso un tercer elemento no contemplado cause tanto a B como a A.
Ya he demostrado que, en este caso, este tipo de pensamiento mágico es totalmente falaz, algo de lo que la población civilizada y con cierto nivel de estudios debe escapar. Las creencias religiosas son totalmente respetables, de hecho, no existe prueba alguna de la (in)existencia de Dios, lo cual no explica que los asuntos divinos intercedan en la vida común de los mortales. Puestos a ello, aunemos fuerzas en aumentar los recursos económicos a la investigación y al desarrollo científico, ya que la historia nos ha demostrado que ni los espíritus de la naturaleza, ni Dios han traído el progreso, sino que ha sido el ser humano con el desarrollo de la técnica el que ha conseguido estar dónde está.