Mientras escribo estas líneas, pienso en la utilidad de este artículo “¿para qué sirve?” me pregunto, mientras me doy cuenta de que realmente no tienen otra utilidad más que la de dar una opinión respecto a un tema.
A su vez, cada vez que alguien da una opinión, con o sin formación al respecto, parece ser que acaba escupiendo sobre su propio tejado, pues no hay pocos los que son susceptibles a la opinión ajena, máxime cuando esa opinión va en contra de sus ideas. En tal situación, en la que una persona - como podría ser yo - que tiene una opinión distinta al del resto de su comunidad, acaba siendo presa del miedo. Miedo por qué, se preguntarán ustedes. ¿A quien nunca le han dicho “no digas esto”, la gente no te va a querer? A veces, uno tiene que morderse la lengua antes de decir lo que verdaderamente piensa, y más aún cuando se es joven y se está buscando trabajo. Las personas solemos ser propensas a negar a todo aquel que nos es distinto ideológicamente, y a extender esa negatividad a todas las facetas de la vida cotidiana. Siendo totalmente un prejuicio social, es una realidad. A mi me da igual, confío en el buen criterio de mis conciudadanos, y por ello, pienso seguir diciendo todo aquello que considero nocivo para nuestra sociedad.
Volviendo al tema que nos ocupa, ¿tan necesarios son los cohetes? Opino que no. Desde el punto de vista religioso, me considero una persona agnóstica, incapaz de dar respuesta a la pregunta de la existencia de Dios. Eso no me ha supuesto un problema a la hora de comprender que, sin el uso de la pirotecnia, la fe puede ser vivida en perfecta armonía. Cada persona, cada individuo, es libre de vivir su propia fe, siempre y cuando ésta no vaya en contra de la dignidad del ser humano, y no perturben o causen daños en la sociedad. Este argumento parece ser el más indicado para la defensa de su prohibición en el sentir cristiano.
Pero no acabo aquí, la pirotecnia genera un malestar tanto a los seres humanos como a los animales, y más en estos últimos que, teniendo algunos sentidos más desarrollados que otros, la perturbación es aun mayor de la que nosotros mismos percibimos. Quien tenga un perro, un gato, o algún otro animal doméstico, dará cuenta de este hecho. Por ni tan siquiera hablar del posible daño que pueda causar al ecosistema – la cantidad de golondrinas que pueden verse afectadas. Pero no soy biólogo, ni experto en el tema, así que dejaré este punto a quién corresponda.
Continuo, estos cohetes -los usados para los domingos de mayo- no son bellos, no iluminan nuestro cielo nocturno con gran sublimidad. Generan una gran cantidad de contaminación acústica, algo de lo que precisamente no estamos exentos en nuestras ciudades, y, por si fuera poco, generan residuos.
El único argumento que he podido encontrar para su defensa es que es una tradición. Queridos lectores, las tradiciones son un arma de doble filo, en tanto que, como tradición, su legitimidad reside en que “siempre ha sido así”, y cuando algo que antes no molestaba, empieza a molestar, recurrimos a la idea de que “antes nadie se quejaba”. Una tradición es un hecho cultural dado en una determinada sociedad. La tradición no es solamente un hecho, una acción; sino un ritual cargado de símbolos. La tradición puede ser los Domingos de Mayo, la Feria, pero nunca la acción de tirar cohetes, porque no hay nada de simbólico en ello, solamente la idea de anunciar y dar “grandeza” a una determinada tradición.
Con ello, quiero dar voz a una parte de la sociedad prieguense que se ve molesta por el uso abusivo de cohetes. Considero necesario que el ayuntamiento empiece a tomar medidas al respecto, al menos, plantear un debate serio a nivel institucional y terminar con una regulación en el uso de cohetes para tal festividades.