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Espeleología cordobesa
Últimos trabajos del Grupo Espeleológico G40 de Priego en la sierra cordobesa
Lunes 15 de agosto de 2011 - 18:28
Durante la primera mitad del pasado siglo "el gran pateador" de las sierras cordobesas, como calificara en su día Juan Bernier Luque a Antonio Carbonel Trillo-Figeroa, incluye en su ingente labor científica algunas referencias a cavidades de la provincia. Llega incluso a realizar los que se pudieran denominar como primeros catálogos de cavidades dedicados exclusivamente a ésta.
Uno de ellos junto con Galindo Alcedo es publicado en 1917 en el diario semanal independiente "Córdoba". El otro en el año 1945, cerca ya de su muerte, en el Boletín de la Real Academia de Ciencia y Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba número 53.
La espeleología, como disciplina que implica tanto la práctica deportiva como el estudio de diferentes aspectos de las cavidades, ya sean directa o indirectamente ligados a ésta, no surge en Córdoba capital hasta la década de los sesenta. El Grupo Espeleológico Ambrosio de Morales (GEJAM), dependiente del Frente de Juventudes, la sección espeleológica del Grupo Universitario Laboral de Montaña (GULMONT), que nace en el seno de la Universidad Laboral Onésimo Redondo de Córdoba o el Grupo Espeleológico Córdoba (GEC) que llegó a funcionar bajo el patrocino de la Diputación Provincial, operan de forma activa hasta principios de los setenta. A partir de dicho momento van disminuyendo poco a poco en sus actividades y trabajos hasta llegar a desaparecer por completo. Desde entonces no es que no se siga practicando espeleología, sino que ésta se hace de manera aislada y puntual perdiendo el aspecto científico que va ligado a ella. Dicha actividad espeleológica queda restringida a varios pueblos de la provincia, algunos de los cuales la han mantenido hasta nuestros días. Pero esta labor se circunscribe a las Sierras Subbéticas, obviándose las cavidades del entorno de la capital por un supuesto escaso valor espeleológico.
Esta laguna ha sido cubierta en la actualidad por miembros del Grupo Espeleológico G40 de Priego de Córdoba.
El pasado año el G40 inició un proyecto que se presentó ante la Federación Andaluza de Espeleología bajo el nombre de “Tras las Huellas de la Espeleología Cordobesa”. Este se constituye como el estudio histórico-espeleológico de cavidades citadas en textos antiguos de autores como Manuel de Góngora y Martínez, Villanova Piera, Gabriel Puig Larraz, Antonio Carbonell Trillo-Figueroa, Juan Bernier Luque...y por los grupos espeleológicos que operaban en los albores de la espeleología de nuestra provincia a lo largo y ancho de ésta. Se desarrolla paralelo al "Catálogo de Cavidades de Córdoba" que viene elaborando y ampliando el G40 desde su creación. En dicho marco se trabajó en cuevas de la capital que aún con poco valor espeleológico o escaso desarrollo, si lo tienen en otros aspectos como el histórico o el geológico. Se inició dicha labor en el paraje del Puente de Hierro, continuando en la Huerta de los Arcos, Las Ermitas y actualmente se centra en Trasierra, en la vega del Guadiato. Y así se localizaron, exploraron, catalogaron y se realizaron sendos informes sobre la Cueva del Puente de Hierro, Cueva de la Huerta de los Arcos (lugar de residencia de los primeros eremitas cristianos), Mina de la Huerta de los Arcos, Cueva Inmunda I y II, Cueva de los Pobres (lugar de resguardo de las inclemencias meteorológicas mientras que los pedigueños esperaban los donativos de la comunidad monacal), Cueva de la Marquesa (de la que se especula pudiera ser la que se relata en el libro de Polifemo y Galatea, de Luis de Góngora, el cual vivió en el paraje cercano de la Huerta de San Marcos) o la Cueva de Piquin (utilizada en época romana para extracción de mineral). En los informes citados a parte de su localización y acceso se conjugan aspectos históricos, arqueológicos, geológicos, biológicos, espeleológicos o cualquier otro que se considere de interés a la hora de su estudio.
La más interesante estudiada hasta ahora es la Cueva de Piquin. Se contaba con reseñas de la misma conseguidas a través del vaciado bibliográfico que se realizó como arranque del proyecto citado con anterioridad, pero su localización exacta se había perdido con el tiempo y su acceso ocultado entre la vegetación. Se necesitó una labor pseudopolicial y una prospección sistemática para reencontrarla y recuperarla para los cordobeses. Una vez explorada y topografiada nos sorprendieron sus dimensiones y las formaciones en calcita que contenía. Pero lo que más sorprende de la misma es el enorme trabajo de extracción de mineral que en ella se ha realizado por la mano del hombre. Lo que inicialmente es una fractura natural con una peligrosa entrada se convierte en una red de galerías trabajadas de forma artificial. Algunas de ellas son tan estrechas que resultan casi impracticables para los espeleólogos, lo que hace pensar en que fueran quizás niños los obligados a seguir las vetas del mineral. La topografía dio como resultado un desarrollo total de poco más de medio kilómetros (502 metros) y un desnivel total desde la boca a su parte más profunda de 51 metros. Se necesitó para realizarla establecer 164 estaciones topográficas. Finalmente ha pasado a ser en la actualidad la de mayores dimensiones de Córdoba Capital.
También sería de destacar, en este caso por su interés histórico, la Cueva de la Huerta de los Arcos. La cavidad se encuentra en los terrenos de la llamada Huerta de los Arcos, que junto con la Huerta de Segovia ha sido una de las de más encanto de la sierra de Córdoba. La cueva posee mucha historia y mucho que ver con los primeros eremitas cristianos que bajo la protección del obispo Osio, a partir del siglo III, habitaron pequeñas cuevas y covachas desde la Arruzafa a la Albaida, buscando a Dios desde su aislamiento de la civilización. Según la creencia popular fue uno de esos eremitorios donde hacían vida contemplativa los primeros monjes del "Desierto de nuestra Señora de Belén”. Carbonell Trillo-Figeroa hace referencia a ella en el primer catálogo de cavidades del que se habla al principio de este artículo. En 1926 incluye en una de sus obras una fotografía con un eremita con hábito de monje en la puerta de la cueva. Se trataba de una recreación hecha de madera y vestida con una túnica que se hallaba en su interior, colocada en la plataforma que se abría tras una pequeña escalinata. Era visitada por las personas que se acercaban al lugar depositando monedas en un plato que supuestamente se destinaban a la caridad. El pueblo llano siguió la tradición que ya se iniciara por la aristocracia, alta burguesía y artistas y científicos de pasear por la Huerta de los Arcos invitados por el Marqués de la Vega y Armijo o bajo su mecenazgo hasta que perdiera su propiedad en el año 1911. Prueba de ello son la gran cantidad de graffitis que adornan sus paredes y que se fechan hasta el inicio de la Guerra Civil Española.
Poco a poco los miembros del G40 residentes en Córdoba han tomado las riendas de estos trabajos, creando algo así como una sección en la capital, a la cual de manera cordial entre los compañeros se la ha denominado "Sección Capitolina". Estos, en un número de seis componentes, en colaboración con otros miembros del grupo, se han afanado en la búsqueda de cavidades y en la exploración y estudio de las mismas, estando en la actualidad centrados en la Cueva del Fato y otras de la misma zona del Guadiato.
Al mismo tiempo se han desplazado a otros puntos de la provincia (Pozoblanco, Montoro, Peñarroya) consiguiendo con todo lo relatado que el mapa de cavidades provincial no se centre en las Sierras Subbéticas Cordobesas sino que empiece a abarcar cualquier punto de la geografía cordobesa. Y que, como ya se ha dicho, aunque tengan mayor o menor valor espeleológico, sean recuperadas sus historias, sus leyendas, sus usos o cualquier otro aspecto que pudiera se de interés.
Precisamente siguiendo la pista de cavidades citadas en antiguos textos, fue hallado un abrigo que contenía un panel de pinturas rupestres formado por varios antropomorfos en el término de Pozoblanco. El interés de dicho hallazgo radica en que está ubicado en la Sierra Morena cordobesa donde hasta el momento de su descubrimiento por miembros del G40 tan sólo existían otras dos muestras de dicho arte parietal localizadas en la Cueva de la Virgen (Peñarroya) y en los exteriores de la Cueva de la Osa (en el mismo Pozoblanco). Aunque fue dado a conocer en su momento al estamento cultural compentente, según marca la legislación vigente, no se ha dado a conocer a la luz pública hasta la publicación de este artículo.