En el debate electoral de hace unos días, el candidato a la presidencia del Partido Popular Mariano Rajoy y el candidato socialista, el señor Pérez Rubalcaba, facilitaban datos, cifras, porcentajes estadísticos del número de parados, viviendas construidas, suelo urbanizable, enfermos en hospitales públicos, etc.
Parece que todo se simplifica a una batalla de variables, porcentajes y números. Ambos parecían olvidar que detrás de esos números hay personas e historias realmente trágicas. Familias que ya no reciben ayudas, individuos como José, Pedro, Luis, Amalia o Jacinto cuyos recursos económicos son menos que cero y que viven en la calle o de prestado, abocados por la crisis y la situación económica tan deplorable. Es muy fácil hablar fríamente de datos estadísticos y más cuando a ellos eso de las necesidades o la crisis les toca de lejos o les suena a chino.
Aun así, eché en falta (ya que esto va de números) cifras relativas a la malversación y el despilfarro público, a los viajes en primera clase y a los sueldos del personal de confianza, cifras relativas a los gastos absurdos de la Administración. En el debate se habló de que para superar la crisis había que arrimar el hombro. ¿Por qué no empiezan sus señorías por rebajarse los sueldos? ¿Por qué no dan cifras sobre lo que cuesta la financiación de los partidos (ya sé, ya sé, esos datos son públicos, pero no habría que hacer ahí también recortes)? ¿Por qué no se habló de los miles y miles de indignados que poblaron las calles hace unas semanas y que ya están hartos de tanta corrupción, mierda y despilfarro?
El debate me dejo igual o peor que estaba. Me imagino al país como una gran fragata sin capitán cuya tripulación padece enfermedades y lo que es peor, está a la deriva y sin rumbo.