Tener genio y figura hasta la sepultura, no es fácil conservarlo hasta el final de los días, siguiendo una misma línea de actuación y comportamiento hasta que la muerte sorprende a mitad de camino entre lo andado y lo que aún, quedaba por recorrer en ese trecho que es la vida misma.

Son muchos los que  adoptan uno u otro comportamiento en función de los objetivos que se pretenden alcanzar, frente a quiénes actúan según sus ideas, expresando tal cual su personalidad.
Y en este caso se encuentra el recientemente desaparecido activista, dramaturgo, poeta, actor y polifacético Václav Havel, último presidente de la extinta República de Checoeslovaquia y primer presidente de la República Checa, que desde la Primavera de Praga de 1968 y hasta su reciente muerte el 18 de diciembre del pasado año, se mantuvo fiel a sí mismo y a sus conciudadanos.
De él decía Paul Wilson, que tradujo prácticamente toda la obra de Havel al inglés, que el checo vivió siempre con la creencia de que si querías que algo pasara, debías hacer algo para que sucediera, independientemente de que la consecuencia fuera el arresto, la cárcel o la muerte. Toda una lección para quién no deseó ser profeta en su tierra y lo fue, frente a otros que quieren serlo a toda costa y no lo consiguen.
Toda una talla humana que tras alcanzar la primera línea del “establishment” en el corazón de la Vieja Europa, como así reconocieron en los funerales de Estado en la Catedral de San Vito los más altos dignatarios de todo el planeta como los Sarkozy, los Merkel, los Cameron o los Clinton de turno entre otros, el momento más brillante y conmovedor fue el concierto que en el Palacio Lucerna dio su honor dieron varios grupos de rock extranjeros y nacionales como “'The Plastic People”, el grupo de rock con el que Havel desde la disidencia y la “Revolución de Terciopelo” que en 1989 llevó a los checoeslovacos a la democracia, dio origen a la famosa “Carta 77”, aquella declaración por la que se pedía a los dirigentes prosoviéticos de Checoslovaquia, adherirse a los principios que se habían comprometido a ratificar en la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos.
Y es que su amor por la música y la contracultura la llevó siempre por bandera, no mermándose ni cuando siendo ya jefe de Estado, condujo esos sentimientos hasta la misma sede presidencial del Castillo de Praga, donde como lo encontraba demasiado grande como para recorrerlo a pie, usaba un “scooter” para desplazarse por sus pasillos y donde incluso invitó al rockero Frank Zappa a ser asesor de cultura en 1990, como recordaba tras su muerte, su amiga y también miembro de 'Carta 77', Petruska Sustrova.
Un amor por la chupa y el rock and roll, que le llevó a hacer gestiones para que “The Plastic People” tocaran con su amigo Lou Reed en la Casa Blanca frente a Bill Clinton o que le llevó a ponerse una camiseta de los “Rolling Stones” para recibir a Mick Jagger en el palacio presidencial pragués.
Detalles que no pasan desapercibidos en Václav Havel, ya que  con sus aciertos y sus errores que los tuvo, fue sin doblez alguna y falsas apariencias, él mismo, tratando de contribuir con su actitud a lograr una sociedad mejor, creíble y más ética, por encima de todos aquellos oropeles que rodeándolo, nunca lo deslumbraron.