CULTURA | Rincón Literario
La memoria del olvido
Domingo 8 de julio de 2012 - 18:39
Disparo. El niño cae muerto a pocos metros de mí. La bala, plomo cargado de ira, ha arrebatado su vida con la misma facilidad con la que la serpiente devora las crías de un ratón. Su sangre se derrama sobre la tierra estéril en la que los escombros de las casas y la metralla de las bombas se entremezclan sin solución de continuidad.
El oficial al mando nos insta a seguir avanzando. Los recuerdos me asaltan de improviso, y las frases de un hombre muerto tiempo ha reverdecen: “Somos la generación de los Campos”. Las marcas a fuego sobre su brazo lo atestiguaban. No se puede olvidar… para no cometer los mismos errores. Y los mismos pecados, añado entre susurros. ¿Qué hago aquí sino remedar a los asesinos de las camisas pardas que trajeron la Noche y la Niebla? Ahora yo soy la Noche, yo soy la Niebla.
Cuando pasamos al lado del cadáver del chico palestino me paro y lo contemplo. Los ojos abiertos, oscuros como la conciencia que se empeña en traer a su memoria la imagen de mi abuelo, miran sin ver. En su mano aún tiene agarrada la inútil piedra que iba a arrojar contra el blindado. Siento un indiscreto pinchazo en el estómago.
Avanzo. Disparo. Avanzo. Disparo. Desde las ruinas de las casas derruidas llegan los lamentos de los supervivientes. Las mujeres lloran desesperadas e intentan con sus manos apartar las piedras que han sepultado a sus hijos. Mi abuelo me grita, desde el pasado, ¡Varsovia! ¿Por qué te empeñas en venir a mí cuando más daño me haces?, le respondo en silencio. Una oscura columna de humo brota de un edificio bombardeado. En el cielo se expande y desaparece, no sin antes dejar un olor a carne quemada. ¡Mathaussen! ¿Por qué repetimos la historia, abuelo?
Y sin embargo, avanzo y disparo. Avanzo y disparo. Y mi abuelo, cubierto con una camisa y pantalón de rayas azules y blancas, y con el rostro demacrado por el hambre y el sufrimiento, se aparta de mi lado y huye para fundirse con la gente que nos mira con miedo. Y me grita, con rabia y horror: ¡Yo también soy ellos porque Tú ahora eres el Holocausto!
Avanzo. Los recuerdos, el olvido. Disparo.