CULTURA | Rincón Literario
Ponga en su vida una mascota Kvin
Sábado 23 de febrero de 2013 - 11:51
Cuando los primeros astronautas descubrieron esas pequeñas y peludas criaturas, las llamaron Kvin, en honor de un compañero fallecido durante el viaje intergaláctico, porque eran, al igual que él, simpáticas y divertidas.
Al principio, debido a las grandes precauciones que se tomaban en la Tierra para evitar interferencias con especies de otros planetas y posibles pandemias, los Kvin estuvieron en cuarentena. Sólo cuando pasaron varios meses y los experimentos de los científicos trasladados al planeta Xilon-23 demostraron que los seres descubiertos eran totalmente inofensivos y podían vivir y alimentarse en la Tierra, se autorizó su envío al planeta azul.
Llegaron un día de primavera, y desde el principio se convirtieron en las criaturas más queridas por pequeños y adultos. Su tamaño diminuto (cabían en la palma de la mano), fácil alimentación, extraordinaria longevidad (no se conocía ningún caso de muerte por enfermedad o vejez) y nula agresividad convertía a los Kvin en las mascotas perfectas. Así lo adivinaron las grandes multinacionales del espacio, que se pusieron manos a la obra y lograron la autorización para poner en el mercado a las criaturas de Xilon-23. El negocio fue redondo y en pocos años perros y gatos habían dejado paso a los peludos y maravillosos Kvin. Décadas más tarde el número de mascotas alienígenas duplicaba al de seres humanos que vivían en el planeta.
Casi cien años después de la primera llegada de los Kvin, se produjo en estos una repentina metamorfosis y, en unas horas, eran unas enormes bestias de tres metros de altura, agresivas y depredadoras. En poco tiempo se convirtieron en los nuevos dueños de la Tierra, tras matar y devorar a sus antiguos amos.
Y es que los Kvin tienen un ciclo vital muy diferente al de la desaparecida raza humana, y cada 97,6 años terrestres sufren ese brutal cambio para procrearse y engendrar a sus descendientes peludos y diminutos.