Casi a mitad de la segunda temporada de la serie “El ala Oeste de la Casa Blanca", el ayudante personal y la secretaria de prensa del presidente de los Estados Unidos mantienen una conversación sobre cómo podían influir los gustos culinarios de éste en los resultados electorales del estado de Oregón, donde diez mil votos le dieron la victoria en su primera elección y de donde podría pender su reelección.

Frente a la tragedia que suponía, en opinión de la secretaria de prensa, C.J. Cregg, interpretada por Allison Janney, que se hubiese conocido que al presidente no le gustaban las judías, uno de los principales cultivos de Oregón, el ayudante personal, Charlie Young, al que le da vida Hulé Hill, defiende que la influencia de la filtración será nula.
Tras varias consideraciones, se intercambian estas frases:

-Ayudante personal: He ido a Oregón cuatro veces en año y medio y no he visto allí nadie que sea imbécil.

-Secretaria de prensa: Todo el mundo es imbécil en año de elecciones.

El lenguaje que se utiliza para comunicar desde la política en España parece que es el que C.J. Cregg quiere aplicar a los votantes de Oregón. Pese a que el presidente no le gustan las judías, pretende presentarlo en algún evento como defensor de este producto para minimizar el supuesto impacto del descubrimiento de su no afición a esta legumbre.
El irse por las ramas y considerar al conjunto de la ciudadanía incapaz de reflexionar sobre la realidad, ¡vamos, que somos idiotas!, y no sobre lo que se quiere presentar como si fuese real, es un elemento común a la casta política.
¿Qué si no es tanto cuento e idas y venidas con las declaraciones de la renta cuando no hablamos de veracidad de lo expuesto, sino de encubrimiento de lo ilícito, pura corrupción hecha a espaldas de la población y contra el bien común?
¿Quién se cree ya que a uno no se le puede despedir en este país, aunque sea el trabajador perfecto, para luego, cuando el argumento es tan débil que se le viene encima, acaba en la calle por unos hechos de hace cuatro años?
Así se lo reprochó, en todo un editorial, Sandra Sabatés este jueves en “El Intermedio”, al portavoz del PP y a la clase política en general: “Como doctor en Derecho, Carlos Floriano debería saber mejor que la mayoría el alcance de la reforma laboral. ¿Por qué emplea repetidamente un argumento que sabe que es falso? Es sólo un ejemplo más de cómo, en ocasiones, algunos políticos infravaloran la inteligencia de los ciudadanos. Lo más triste es que lamentablemente nuestros dirigentes recurren con tanta frecuencia a argumentos endebles que esa práctica ha dejado de sorprendernos”.
Este mismo viernes, Pepa Bueno, en su editorial en “Hoy por hoy”, también incide en este deleznable juego a raíz de lo que entiende como un triple desprecio del Gobierno de Mariano Rajoy al unir el debate sobre el Consejo Europeo y el del estado de la nación. Un desprecio que afecta, en palabras de la periodista de la SER, a la propia Europa, al mismo debate sobre el estado de la nación y “hacia los ciudadanos, de los que luego se asombran porque se alejan de la política, por utilizar a continuación, sin rubor alguno, tácticas de manual para empobrecer esa misma política en el lugar donde debería ser más relevante. Y cuando más falta hace”.
El diálogo entre el ayudante personal y la secretaria de prensa del presidente de los Estados Unidos en el capítulo noveno de la segunda temporada de “El ala Oeste de la Casa Blanca” termina con la conclusión de que a partir de ese momento “no hay nada que no le guste al presidente”, aunque antes Charlie Young, el joven ayudante le rebate a la diligente responsable de relaciones con los medios su aseveración de que “todo el mundo es imbécil en año de elecciones”. “No, se le trata como a imbéciles en año de elecciones”, le espeta.
Después del tiempo de mentiras adornadas de circunloquios, en el más amplio de los campos del espectro de la política, quienes la ejercen de manera profesional deberían haberse dado ya cuenta que han sido capaces de superar la paciencia ciudadana y que ni estamos en Oregón, ni somos imbéciles y que, parece, que tampoco es año de elecciones.