Juan Damián Sánchez Luque
Lunes 21 de septiembre de 2015 - 14:46
generica

Voy a intentar describir como la droga se fue introduciendo socialmente . Y lo voy a hacer basándome en mis propias vivencias juveniles. Lo que nadie pensó es que se llegara a este desastre sin precedentes que ahora padecemos.

Y es que resulta que la droga de una forma  como   la describiera  Stephen King, en alguno de sus relatos. Se nos ha ido introduciendo lentamente,  igual  si de  una plastilina semi líquida se tratase, por las rendijas de nuestra sociedad, de nuestras casas, de nuestras familias y de nuestras vidas. Llevándose por delante a nuestros seres mas amados, con sus sueños, sus perspectivas de futuro y, en ocasiones, también sus vidas.
Entraba, esta maldad viscosa, hacía su labor y se marchaba dejando tras ella todo el sentir y todo el dolor que, a su paso provocaba.
¡Ay de la familia donde ella posara sus ojos!. La maldita masa viscosa entraba  en la casa, silente y, casi de forma dócil e inocente, pero la armonía y la paz familiar salía atropelladamente por esa misma puerta.
Por la puerta por donde salían tantas cosas y tantos proyectos y promesas frustradas. Tantas ilusiones perdidas. Quedando un vacío tan grande en el alma de quienes sufrían esta debacle, que ya nunca, y pese al tiempo y a los propósitos de proseguir viviendo, pese a todo. Ya nada volvía a ser igual. Siendo   como una epigénesis imposible.
Buena ingeniería social han sabido hacer aquellos que se han dedicado a ello.
Yo, que en los años 60 vivía en Madrid, veía que había bastante cannabis, pero no percibía esa sensación de mucha maldad ni peligro. Pudiera ser por mi edad en esa época y por que tampoco fui nunca donde esto se vendía.
Analizándolo ahora, cargado de años - y de tantas cosas mas- en un análisis retrospectivo, veo una serie de sucesos, o mas bien una sucesión de hechos, que hicieron muy fácil la introducción de la marihuana y - en círculos mas restringidos-  el consumo del LSD, pero de forma muy circunscrita a ciertos ambientes. Yo no percibí nada de cocaína ni de heroína. Supongo que existirían los morfinómanos yatrogénicos y los de rebotica.
Curiosamente la gente se drogaba, pero no pasaba mucho dado que no eran conscientes de que lo estaban haciendo. Ellos consumían el Bustaid, Minilip, Altimina, Optalidón y otro producto muy consumido en el ámbito estudiantil, que era Katovit.
De este modo se consumían anfetaminas, metanfetamínas, pentobarbital y mucha cafeína. Pero eran fármacos que se vendían con o sin receta -dependía del boticario- pero que se anunciaban en televisión sin el menor problema. No había sensación de estar haciendo algo malo y, lo más importante, es que no se tenia la conciencia de que se consumían drogas. Como los médicos de cabecera, en general, tampoco hilaban muy fino, pues es que no pasaba nada.
No diré que esto fuera un nirvana, desde luego el consumo ignorante de estas sustancias junto con el alcohol, producía  que en cualquier fiestecilla  algunos se pusieran fatal, pero como no se  solían morir, pues no pasaba nada. Pero si alguno moría, se le achacaba a fallo cardíaco y poco más que decir.
Se que estoy tratando esto con una cierta displicencia, pero es que era así como se percibía y se vivía.
Los años sesenta, para los que no teníamos inquietudes políticas, yo solo puedo decir que fueron tranquilos. Los que como yo no habíamos conocido otra cosa, pues la verdad es que nadie nos molestaba.
Pero ya se empezaba a ver ese zarandeo social que se filtraba y  del cual, mal que bien, nos íbamos enterando. Esto fue la guerra de Vietnam. Parejo a esto fueron apareciendo los movimientos pacifistas y el movimiento hippie (se que se produjeron muchos movimientos mas, pero como yo no soy sociólogo, no entro en ello).
En estas comunas de hippies se consumía marihuana y derivados en grandes cantidades y también el LSD. Aquí se  estaba gestando el germen del consumo. Pese a la, por entonces existente, Brigada Político Social y la Ley de Vagos y Maleantes, que hizo que algunos pisaran la cárcel aunque fuera por cortos periodos.
La explosión del "mayo francés" fue un detonante para el aumento del consumo. Y como no me quiero extender en demasía solo diré que ahí se fueron gestando los polvos que dieron lugar a los lodos que después vinieron y que el dique se rompió, de forma brutal, con la llegada de la maldita heroína. Pero eso ya lo dejo para una próxima entrega.
Termino advirtiendo que yo cuento las cosas como las vi y viví. No soy sociólogo y por supuesto que debo de haber metido la pata en muchas cosas.
Pero, insisto, en que cuento lo que vi y viví en la época a la que me refiero. Fíjense por donde andamos hoy...

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