Juan Francisco Garrido Jiménez. Militante de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC)
Viernes 5 de abril de 2013 - 20:45
generica

En estos últimos años se va extendiendo socialmente la necesidad de potenciar, especialmente entre los jóvenes, la figura del emprendedor –hombre o mujer-. Una figura presentada como camino para luchar contra el desempleo.

El Gobierno no deja de aplicar medidas para desarrollar este modelo de empresario. La última reforma laboral creó el contrato de trabajo por tiempo “indefinido” de apoyo a los emprendedores –un contrato que, no olvidemos, tiene la característica de poder mantener a prueba al trabajador durante un año-. En febrero, se ha aprobado un real decreto-ley de medidas de apoyo al emprendedor y de estímulo del crecimiento y de la creación de empleo. Y es más, se lleva más de un año anunciando y cociendo una ley de emprendedores. Incluso desde ámbitos ajenos a lo político y económico también se está difundiendo la necesidad de potenciar entre los jóvenes el espíritu emprendedor.
Pero ¿de qué estamos hablando realmente? Llevamos varias décadas viviendo una importante transformación en la manera de organizar el trabajo. La hegemonía de la economía financiera y especulativa sobre la economía productiva ha llevado a esta a buscar nuevas fórmulas para aumentar su rentabilidad y atraer a los inversores. Esta lógica necesita reducir los costes laborales y productivos, especialmente, cambiando el modelo de empleo y la organización y métodos de trabajo. La globalización de la economía neoliberal, junto a sus crisis y las políticas económicas y laborales para salir de ellas, están potenciando y acelerando dichos cambios. Esta nueva organización del trabajo es lo que algunos especialistas llaman neotaylorismo.
La potenciación de los emprendedores como mecanismo para crear empleo está dentro de los requerimientos de esta manera de organizar el trabajo y la producción. Uno de los rasgos que la definen es que los individuos tienen que hacerse responsables y protagonistas de sus vidas. Por tanto, la situación de paro y empobrecimiento y la búsqueda de empleo es responsabilidad de cada uno. Desde este planteamiento, las ayudas y subsidios para paliar las necesidades de las familias sin recursos y de los trabajadores desempleados son concebidos como un medio que desincentiva la búsqueda de empleo al acomodarse a dichos subsidios. No se puede vivir bajo la tutela del Estado.
Pero es más, otro rasgo del neotaylorismo es la necesidad de que los trabajadores no dejen pasar los días esperando que alguien les dé trabajo. El individuo responsable de sí mismo debe tener una mentalidad y un espíritu empresarial, emprendedor. Uno debe ser empresario de sí mismo, no debe trabajar para otros. Este espíritu, junto a las políticas que lo impulsan, consigue en la práctica aumentar los beneficios y la competitividad de las grandes empresas, ya que llevan a la transformación de los contratos laborales de muchos trabajadores en contratos mercantiles. La facilidad para despedir y, posteriormente, las políticas de lucha contra el desempleo a través de la figura del emprendedor, se convierte en un mecanismo que hace que muchas empresas, que han roto su relación laboral con sus trabajadores, ahora subcontraten los servicios de pequeñas empresas o autónomos –emprendedores- a través de una relación mercantil: de empresa a empresa. La subcontratación de la producción está servida y en bandeja.
Así, no sólo se reducen los costes de producción sino que se eliminan muchos de los problemas sindicales que generan la organización de los trabajadores al intentar mejorar, o al menos no empeorar, las condiciones de trabajo. Parte de los costes de la producción y la explotación se externalizan. Ahora, los emprendedores se auto-explotan y explotan a otros trabajadores en minúsculas empresas sin capacidad de organización y respuesta. El empleo se hace más barato, flexible y precario. El cada vez más mermado derecho del trabajo se convierte para estos emprendedores y para sus trabajadores, en el caso de que los tengan, en una realidad virtual: una representación de la realidad que para ellos son deseos pero no tiene aplicación real.
El espíritu emprendedor, en el campo de la educación, está  caracterizado por la creatividad, la autonomía, la confianza en sí  mismo, la tenacidad, la responsabilidad, la capacidad de riesgo, el liderazgo, el espíritu de equipo, la solidaridad… Pero, cuando lo ponemos al servicio de un modelo económico profundamente deshumanizador, injusto e individualista entonces se convierte en depredador de sí mismo y de los demás. Realmente necesitamos iniciativas empresariales que innoven otro tipo de empresa con una clara función social. Iniciativas de emprendedores que transiten hacia otro modelo económico. Y que apuesten por un trabajo humano como principio de vida.  

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