Caminamos hacia un mal futuro y lo hacemos con la misma indolencia y alegría como si fuéramos a una divertida excursión.
Yo no se como se puede aceptar y admitir como bueno, aquello que tanto dista de serlo. Personas que han estado combatiendo el crimen organizado; de la noche a la mañana se han cambiado el chip y todos lo vemos como lo mas natural del mundo (tampoco hay que exagerar, por que todos no lo vemos así).
Asquea ver como el poder del dinero- y el poder por el poder-vuelven del revés a personas que siempre hemos considerado con suficiente cordura.
Asistimos, con cara de entenderlo todo, a un paranoico desfile donde nada es lo que parece y la verdad se oculta. Y se oculta por que produce vergüenza saber lo que en realidad estamos haciendo. Y no solo continuamos su ejecución sino que procuramos venderlo como algo muy positivo y beneficioso y si alguien pretende abrir los ojos a la gente para que vea que lo que le intentan vender es algo muy malo; entonces, quien esto hace, se convierte en objetivo a abatir, utilizando cualquier método sin importar los medios, solo importa el fin; abatir al indeseable que entorpece nuestro caminar.
Legalizamos lo malo por resultar más fácil su legalización que combatirlo. Así, se mire como se mire, el mal irá avanzando de forma inexorable. Y nosotros, en vez de haberle plantado cara iremos doblando nuestra cervix a su paso. Es la rendición ante el poderoso, sin importar lo tiránico que este pueda llegar a ser. Habrá vencido, no quedaba otro remedio, pero se verá condenado a ejercer su poderío sobre unos débiles sin voluntad que lo terminarán asqueando. Pero que ha de soportarlos por que el fue quien luchó por conquistar este feudo. Ahí lo tienes. Sabes que un día hiciste tanto daño, causantes tanto dolor que apenas había donde enjugar tanto llanto.
Ahora disfruta de tu reino; vive en la tranquilidad de que nadie te discutirá tu soberanía.
¿Quién iba a querer ser el soberano de la desolación?.