Participación de la imagen titular de la congregación de la noche del Viernes Santo en la magna mariana Mater Regina
Rafael Cobo Calmaestra
Lunes 29 de junio de 2015 - 19:07

El mundo cofrade prieguense en general y la Real Hermandad y Cofradía del Santo Entierro de Cristo y María Stma. de la Soledad Coronada en particular, vivían el pasado sábado una jornada histórica, con motivo de la participación de la titular mariana de la congregación de la noche del Viernes Santo prieguense en la magna mariana Mater Regina.

Acto que servía de colofón a la conmemoración del 775 aniversario de la consagración de la catedral de Córdoba y que congregó en la capital de la provincia a unas 120.000 personas procedentes de 18 localidades de la provincia y que pese al calor reinante, con una media de 40 grados hasta bien entrada la noche, abarrotaron las calles de Córdoba para presenciar un evento histórico para el mundo cofrade en el que tomaron parte 25 vírgenes coronadas de la capital y la provincia.
A las cinco de la tarde, la primera de las imágenes que tomaban parte en este magno desfile, el Carmen de San Cayetano, iniciaba su recorrido en dirección a la Cruz del Rastro, punto en el que comenzaba la carrera oficial, que conduciría a las 25 imágenes a la Santa Iglesia Catedral.  Tres horas después, a las ocho en punto de la tarde, y cuando ya se encontraban en las calles de la capital la mayoría de las imágenes que tomaban parte en este desfile magno, iniciaba su recorrido desde la basílica de San Pedro el cortejo de la hermandad soleana, compuesto, según el estricto protocolo, por la cruz de guía escoltada por dos ciriales, 10 parejas de cirios portados la mayoría de ellos por anteriores hermanos mayores de la hermandad y sus respectivas esposas, que precedían al pendón y tres varas, a las que seguía la presidencia, integrada por los miembros de la junta de mesa, así como por la alcaldesa de Priego, María Luisa Ceballos, el presidente de la Agrupación General de Hermandades y Cofradías de Priego, Pedro A. Ruiz Barrientos, el vicario de la parroquia de la Asunción, Juan Carrasco Guijarro, y un miembro de la junta de gobierno de la hermandad de la Misericordia, que ha ejercido de anfitriona de la Soledad durante su estancia en Córdoba.
Tras casi un año de preparativos, los acordes del himno nacional anunciaban el final de la cuenta atrás y la salida del palio de María Santísima de la Soledad Coronada por las amplia puerta principal de San Pedro, ataviada para la ocasión con la saya y el manto que bordara en 1878 y 1861 respectivamente Patrocinio López, luciendo un exorno floral en el que predominaban las rosas color champán. A los sones de la marcha Coronación de la Macarena, interpretada por la Banda Sinfónica Soledad Coronada, la venerada imagen iniciaba su recorrido en dirección a la Cruz del Rastro, dejando estampas únicas e irrepetibles durante el tránsito de la comitiva por las calles Don Rodrigo, Lineros, plaza del Potro y Lucano, entrando en carrera oficial a los sones de Encarnación Coronada, última de las marchas que en el trayecto de ida pudo interpretar la Banda, ya que en la confluencia de Lucano con San Fernando, el acompañamiento musical, como en el resto de cortejos, debía abandonar la comitiva.

Tras atravesar el paseo de la Ribera, donde se encontraba una parte de la carrera oficial, se vivían varios de los momentos más significativos de la tarde-noche, como el paso de María Santísima de la Soledad Coronada por la Puerta del Triunfo, donde el Obispo, Demetrio Fernández, recibió a la venerada efigie con una oración, y particularmente la entrada de la comitiva en la Santa Iglesia Catedral, donde una vez congregadas las 25 hermandades participantes, el Obispo les dirigió unas palabras, rezó la Salve junto a ellas y les impartió la bendición, iniciándose pasada la una de la madrugada el regreso a los templos asignados para su participación en este magno evento.
Y fue precisamente en el recorrido de vuelta donde el cortejo de la Soledad inundó de elegancia las calles cordobesas, estando arropada la comitiva por un gran número de prieguenses que quisieron ser testigos de excepción de estos momentos. Así, la salida por la puerta de Santa Catalina y el tránsito por Cardenal González, volvía a poner el termómetro de las emociones a una temperatura similar a la que se registraba en la calle, recibiendo la imagen una petalada cuando abandonaba la plaza del Potro y enfilaba la calle Lineros, ya en dirección a San Pedro, cuya portada principal flanqueaba pasadas las tres y media de la madrugada, precisamente a los sones de la marcha del mismo nombre que ponía el punto y final a una histórica jornada cofrade.
Atrás habían quedado ocho intensas horas, con momentos irrepetibles, nervios y emociones que en más de una ocasión hicieron brotar alguna que otra lágrima a los privilegiados integrantes del cortejo, a los que, pese al cansancio, era difícil disimular en sus rostros la satisfacción de haber sido protagonistas en primer persona de esta memorable jornada cofrade en la que, como el propio hermano mayor sentenció, “Córdoba se enamoró de la Soledad de Priego”.

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