Juan Damián Sánchez Luque
Martes 13 de diciembre de 2016 - 21:56
generica

No puedo evitar sentir ciertas sensaciones cuando veo  la pasividad, y también la connivencia,  con que se está tomando todo lo concerniente  a las drogas y sus consecuencias.

Con la mayor tranquilidad damos por hecho que estas han pasado a formar parte de nuestra vida cotidiana y a tal fin le hemos ido haciendo un hueco entre nosotros. Nos olvidamos que somos marionetas movidas por los intereses sucios de unos pocos indeseables que son la gran parte del problema.
Dirán ¿problema?, si, y de los mayores que pueden aparecer en la vida de un joven - sea del sexo que sea-. También es un gran problema, y a veces insoluble, para la familia donde se da el caso  - demasiadas familias, diría yo-  que unos de sus miembros ha caído en la drogodependencia. Pero la cuestión es que  en vez de aminorar se expande como una mancha de aceite por una lisa superficie. No hacemos nada por atajarlo y nos hemos rendido a la evidencia admitiendo una realidad  que nos han ido colando de ramplón y contra la que no hemos creado defensas ni sociales ni psicológicas, así nos va.
Recuerdo que no hace mucho, cuando en una encuesta  se preguntaba por el tema de la droga, esta aparecía entre las preocupaciones de los españoles en los primeros lugares del ranking. Hoy,  las corruptelas, el paro y esta crisis que nos asfixia, entre otras cosas,  lo ha ido desplazando hasta unos puestos que ya es que ni se ve. Pero lo cierto es que el problema no hace sino engordar ante la apatía social  de la mayoría  y el miedo y  vergüenza de quienes lo padecen.
Hay que estar muy ciego, o ser miope en demasía, para no percatarse de la dinámica de los consumos de sustancias entre la juventud. Pues si además vivimos en una sociedad donde la natalidad se ha reducido a cotas muy alarmantes, piensen ustedes que si los jóvenes se nos enferman de adicción  (tampoco estoy diciendo que sean todos, pero si es un número creciente) yo no sé dentro de poco quien nos va a "atar esta mosca por el rabo".
Me podrán tachar de alarmista, pero nunca de mentir o exagerar  sobre este asunto. Simplemente abran los ojos y miren a su alrededor, después piensen lo que quieran; pero miren con detenimiento.
No crean que el título que le doy al artículo es por impactar, ni mucho menos, por captar la atención de nadie.
Es porque siento un tremendo ASCO cuando veo lo poco que se está haciendo por solventar con decencia este disparate. Pues con decir públicamente que es muy difícil, ya hemos cubierto el expediente y eso nos pone a salvo de cualquiera que piense que se debiera hacer mucho más.
En los últimos días hemos leído y visto que una niña muere por consumo excesivo de alcohol (¡CON DOCE AÑOS, DIOS MíO!). Después que otra menor ha estado en  coma por la misma causa. Pero esto es lo normal en los fines de semana. Lo que pasa es que no se hace noticia de ello, y a veces cuando un joven muere, se le encubre con que ha sido por un fallo cardíaco. Carpetazo al asunto y " allá los muertos que entierren como Dios manda a sus muertos".
Ahora se dicen que  piensan hacer las miles cosas con el control del alcohol. Ya verán como no se hace nada para paliar tanto desatino en los botellones. Se hará alguna chapucilla y después seguiremos con el sonsonete de la legalización de la marihuana, con la hipócrita excusa de que así estaría más controlada; cuando no hemos sido capaces de controlar el alcohol que lleva siglos siendo legal y que hasta ciertas edades es casi tan dañino como la heroína.
Voy dejar por hoy a las drogas sintéticas, porque con lo dicho tenemos para pensar. Pero no se extrañen de mi profundo ASCO ante la actitud de quienes están ahí para solucionar y solo parchean. Mientras perdemos a jóvenes que con un poco de interés se hubiesen salvado.
Ahora la Navidad,  fiesta familiar por excelencia. Los anuncios televisivos dicen que faltan sillas en las mesas, cuando la verdad es que cada año hay más familias que, en vez de cantar, sufren en silencio al ver que les falta  quien ocupe alguna silla en torno a una mesa sin alegría y para quienes estas fechas familiares son un auténtico martirio; las ausencias se empeñan en seguir doliendo sin mermar con los años.
Como creo que no escribiré nada más antes de la Navidad (tampoco estoy seguro) es por lo que aprovecho para desearles a todos  mucha Paz y Felicidad. Sepan apreciar lo que tienen y sean muy felices con sus familias.

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