Decía José Luis Sampedro “La libertad es como una cometa. Vuela porque está atada”. Ciertamente, pero hay cometas que nunca se debieran soltar. No, porque no vuelan; destrozan y matan allá por donde pasan.
Escribo esto al oír la inminente puesta en libertad del narcotraficante Laureano Oubiña.
Mala bestia que vivió durante años en su Galicia natal en un lujoso pazo que era una puñalada trapera dada en los sentimientos de los que, sin más, fueron sus víctimas.
Quien mata no debería de volver jamás a tener las manos sueltas. Y quien mata y esclaviza, nunca se debería ver con sus manos libres para seguir haciendo más destrozos. Sería lo mejor que jamás se soltare de su cadena, por más gruesa y pesada que esta fuera.
Soy contrario a la pena de muerte y no dudaría en hacer cuanto fuera por defender la libertad del ser humano. Pero a estos tratantes de la moderna esclavitud, no dudaría en ponerlos para siempre en la más oscura mazmorra.
Ya está bien de criminalizar y culpar a las víctimas de la droga. Y de ofender a los que quedamos vivos con noticias como la de la puesta en libertad de este criminal.
Claro que dirán que él ya cumplió su condena. Y así es según la justicia de los hombres, en la que no creo en absoluto, más esto es lo que hay. Pero quienes tal hacen debieran salir de su cautiverio el mismo día en que sus víctimas abandonasen sus tumbas; sean dadas de alta de sus lesiones físicas y mentales, o rehagan de nuevo sus maltrechas vidas. Una sociedad, que se precie de justa, no debiera dejar jamás en libertad a estos depredadores de vidas y expectativas de futuro de una ingenua juventud.
Madres, padres, hermanos; hemos recompuesto, como mejor hemos podido, nuestras vidas, anudándolas con ligaduras de dolor para seguir adelante, condenados sin delito, pero penando una pena que otros miserables nos impusieron.
Es la libertad condición innata del hombre. Mas no siempre se ha de ver este en condiciones de exigir libertad, ni siquiera de desearla ni de merecerla, pero sí de conocer dicho concepto. Y a tal fin aplicarla a los demás con el mismo rigor y autentica justicia, como la que para si desea.
No puedo mentirme a mí mismo. Y no, no son humanos; son dañinas alimañas que como tales debieran ser tratados.
Son los siniestros jinetes de un apocalipsis que su desmedida codicia y afán de riquezas crearon. Son oscuros e indeseables y de tan malas y negras ideas, como negras y sucias son sus entrañas.
Es verdad que nadie debe aplicar su propia justicia, pero es que hay casos.....
Está lleno de odio, dirán unos. Solo quiere venganza, dirán otros.
Ni el odio ni la venganza resuelven nada ni restituyen lo perdido. Tengo un muy acusado sentido de la "JUSTICIA" y es eso lo que pido.
Quienes no crean en Dios, ya pueden ir montándose algo. Porque por esta criba se cuela demasiada escoria.
Quienes creemos, pensamos, que todo ha de cernerse en un cedazo muy fino; donde no haya ni fiscales ni defensores, sino un juez que todo lo sabe y aplica la justicia con mayúsculas, usando, como vara de medir, solo la estricta verdad.