Juan Damián Sánchez Luque
Jueves 29 de agosto de 2013 - 17:05
generica

Sin duda alguna que lo más bonito del ciclo vital del ser humano es la juventud. Rubén Darío, la llamó con nostalgia "divino tesoro". Pero  esta belleza en tristeza se torna cuando, los no jóvenes, vemos como esta juventud que es nuestro activo más valioso camina hacia un despeñadero insalvable: "El botellón" y todo cuanto lo rodea.

Suenan campanas de fiesta. Cohetes anuncian la inminencia del encendido del recinto ferial, todo está preparado para vivir la fiesta en paz y con alegría. Así debiera ser (yo no voy a estar aquí, esperaré a que me cuenten). Nadie sabe cuanto me gustaría oír que este año todo se ha hecho en la forma debida. Que el control de la entrada de drogas ha sido exhaustivo, los camellos puestos a disposición judicial y que los más jóvenes han tenido unas fiestas acorde con su edad. Que el control de la venta de alcohol a menores ha funcionado.
Así es como debiera de ser y si no es así, solo los responsables de que la cosa funcione serán quienes hayan fallado y estos son los que detentan el poder.
No puede ser de recibo que a menores se les venda lo prohibido mintiéndoles, diciéndoles que ellos son muy libres y en ese ejercicio de su libertad consumen lo que no deben. A los menores hay que protegerlos para que puedan ser hombres libres y no ver su juventud ya hipotecada desde la infancia. No más jóvenes adictos ni destrozados prematuramente; no más jóvenes muertos por exceso de libertad. Esa libertad mal entendida y peor administrada que dicen darnos a manos llenas. Yo no se si la tierra gime cada vez que, entre sus maternales y siempre abiertos brazos, acoge a uno de sus hijos; a un nuevo joven que ha muerto por un "exceso de libertad".
Resulta macabramente caricaturesco lo que voy a decir, pero llegará el día en que los forenses al dictaminar la causa de la muerte de un joven pongan "atracón de libertad y sus consecuencias". Que otra cosa son las secuelas que estos atracones libertarios producen y que cada día son más evidentes.
No nos da vergüenza ser el referente europeo del turismo de las borracheras (así se nos conoce por Europa) los jóvenes despanzurrados por tirarse desde balcones y azoteas, puestos de alcohol y otras drogas hasta las cejas. Esa es la falacia que les estamos vendiendo. Porque no somos capaces de decirles, que solo la cultura y el trabajo, esas matemáticas y esa literatura que tanto detestan es, entre otras cosas, lo que hace libre al hombre. Porque si no fuera libre, ya se encargaría él de, con estas armas, conquistar su libertad. Pero eso no conviene. Es preferible convertirlos en los epsilones que Haldous Huxley describe en su "Mundo Feliz".
"El mundo feliz" describe también lo que seria una dictadura perfecta que tendría la apariencia de una democracia, una cárcel sin muros en el cual los prisioneros no soñarían en evadirse. Un sistema de esclavitud donde, gracias al sistema de consumo y el entretenimiento, los esclavos "sentirían el amor a su esclavitud". Esta y no otra es la libertad , que, cómplices todos, les estamos vendiendo y dispuestos a seguir con el engaño, mientras el asunto funcione; después, pero ¿quien piensa en el después, cuando nos han enseñado que solo existe el presente?.
El futuro es cosa de los viejos, les dicen. Nuevamente les mienten, los viejos es precisamente futuro lo que ya no nos queda; nos dejaron, eso si, un alma llena de cicatrices y una piel dura y curtida por el roce del tiempo y de sus cosas. Algunos clamamos diciendo la verdad, pero esta verdad incomoda tanto a dirigentes como a dirigidos. Y, claro, desapareceremos, pero no sin antes haber visto lo que nuestros ojos nunca desearon ver.
Ya he perdido la cuenta de las veces que he dicho lo mismo y con el convencimiento de que no ha de servir de nada. Dentro de poco empezaran a ofrecer el "oro y el moro". Fingirán escuchar con mucha atención los problemas que se les plantean de la juventud, harán las consabidas promesas y cuando hayan jurado el cargo harán lo de siempre: NADA. Y el pueblo tan contento de que lo hayan vuelto a engañar una vez más. No hay dinero, volverán a decir. ¿Como es que no hay dinero si vivimos en una fiesta interminable?. No hay para lo que no se quiere; cuando se quiere se puede. Además, ¿donde están esos magos de los costes cero?; actúen, por favor. Pero, por desgracia, no actuaran.
¡Pobre juventud!. ¡Dios, qué buen vasallo, si tuviese buen señor!.

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